jueves, 24 de febrero de 2011

Potencial

"Nuestra vida es la manifestación de lo que sentimos, pensamos, decimos y hacemos. Y esos niveles, a su vez, pueden o no estar conectados con nuestro ser, con quienes somos. 

A menudo manifestamos no desde lo profundo de quienes somos, sino desde la creencia de que somos algo distinto, por lo común una imagen equivocada mucho más limitada que nuestra auténtica esencia. 

Potencialmente somos maravillosos, pero cuando no actuamos nuestro potencial, éste se frustra, queda en la nada de lo que “pudo haber sido”… pero no es. Y, también a menudo, sentimos, pensamos, decimos y obramos en direcciones diferentes. Luego, nos frustramos observando que llegamos a lugares adonde no queríamos llegar, no logramos lo que deseábamos lograr, atraemos lo que temíamos, nos es esquivo lo que perseguimos, reiteramos situaciones, escenarios, relaciones...

Observar lo que manifestamos (nuestra cotidianeidad, nuestras relaciones, nuestros resultados, etc.) es una buena guía para comprobar si estamos satisfechos. 

Cuando no lo estamos, conviene revisar el proceso de creación que estamos llevando a cabo. Pues hay una coherencia entre cómo y por dónde vamos, y adónde llegamos. 

Cuando llegamos a destinos de confusión, de tristeza, de enojo, de incertidumbre, es porque el proceso ha sido coherente con esos estados. Observar de este modo nos permite realizar los ajustes y cambios necesarios para alinearnos, primero con nuestro ser, y luego en los diversos niveles en que expresamos ese ser, para que nuestro punto de llegada, además de acorde a nuestro camino, resulte satisfactorio."

Pablo - Del muro de En el camino

domingo, 20 de febrero de 2011

Society


Oh, it's a mystery to me
We have a greed with which we have agreed
And you think you have to want more than you need
Until you have it all you won't be free.

Society, you're a crazy breed
Hope you're not lonely without me...

When you want more than you have
You think you need...
And when you think more than you want
Your thoughts begin to bleed
I think I need to find a bigger place
Because when you have more than you think
You need more space.

Society, you're a crazy breed
Hope you're not lonely without me...
Society, crazy indeed
Hope you're not lonely without me...

There's those thinking, more-or-less, less is more
But if less is more, how you keeping score?
Means for every point you make, your level drops
Kinda like you're starting from the top
You can't do that...

Society, you're a crazy breed
Hope you're not lonely without me...
Society, crazy indeed
Hope you're not lonely without me...

Society, have mercy on me
Hope you're not angry if I disagree...
Society, crazy indeed
Hope you're not lonely without me...
Es un misterio para mí 
Tenemos una codicia con la que estamos de acuerdo 
Y crees que tienes que tener más de lo que necesitas 
Hasta que lo tengas todo no serás libre. 

Sociedad, eres una loca especie 
Espero que no te sientas sola sin mí… 

Cuando quieres más de lo que tienes 
Crees que necesitas… 
Y cuando piensas más de lo que quieres 
Tus pensamientos empiezan a sangrar 
Creo que necesito encontrar un lugar más grande 
Porque cuando tienes más de lo que crees 
Necesitas más espacio. 

Sociedad, eres una loca especie 
Espero que no te sientas sola sin mí… 
Sociedad, loca efectivamente 
Espero que no te sientas sola sin mí… 

Hay quienes piensan, más o menos, que menos es más 
Pero si menos es más, ¿cómo mantenés tu puntaje? 
Significa que por cada punto que hagas, tu nivel baja 
Como si estuvieras empezando desde arriba 
No puedes hacer eso… 

Sociedad, eres una loca especie 
Espero que no te sientas sola sin mí… 
Sociedad, loca efectivamente 
Espero que no te sientas sola sin mí… 

Sociedad, ten misericordia de mí 
Espero que no estés molesta si no estoy de acuerdo… 
Sociedad, loca efectivamente 
Espero que no te sientas sola sin mí…

Eddie Vedder (Into the Wild sound track)

sábado, 19 de febrero de 2011

No voy a ser yo


El que se quede sin dar el paso
no voy a ser yo.
Quien se canse de tus abrazos
no voy a ser yo.

No voy a ser yo.
No voy a ser yo.

Tengo tiempo y tengo paciencia, y sobre todo
te quiero dentro de mi existencia de cualquier modo.
Y aunque falte tal vez bastante, no voy a ser yo.
El que se canse antes, no voy a ser yo.

No voy a ser yo.
No voy a ser yo.

Hay gente que no debería enamorarse.
Algunos no deberíamos dar el sí.
Yo no veo otra salida.
No quiero pasar la vida
sin que la vida pase a través de mí.

Y aunque me pierda completamente, no voy a ser yo.
Quien se esconda de lo que siente, no voy a ser yo.
No voy a pisar el freno, no voy a ser yo.
El que se ande con más o menos, no voy a ser yo.

No voy a ser yo.
No voy a ser yo.

Hay gente que no debería involucrarse
con cosas que luego no pueden manejar.
Yo no veo otra salida. No quiero pasar la vida
pisando una piedra y volviéndola a pisar.

Si querés un Principe Azulado, no voy a ser yo.
Si querés un 'Bangundangunladu'*, no voy a ser yo.
Y aunque falte tal vez bastante, no voy a ser yo.
El que se canse antes, no voy a ser yo.

Kevin Johansen


Bangundangunladu: Cararrota

domingo, 13 de febrero de 2011

Te morfaste las facturas


Te morfaste las facturas... 

Te morfaste las facturas que quedaban... 
Y dejaste, ademas, hecho apenas un bollo y a la vista
el papel blanco de panadería lleno de miguitas dulces en el tacho de la basura.

El papel,que no tuviste la vergüenza de esconder.
Y nos quedamos ahí, dejándonos golpear por los cachetazos furiosos de la sorpresa,
en el umbral de la calentura.
De esa calentura que ni siquiera se desahoga con las puteadas.

Seguimos buscando, igual, en el horno improbable,
en la heladera imposible, 
en la lunatica fantástica posibilidad de algún cajón de la mesada.
Desesperados por reírnos juntos de haberte culpado asi... mal.
¿Como te ibas a morfar las facturas?

y nada...

El papel gritándonos cada vez mas blanco desde el tacho en la nuca.
Hasta que uno de nosotros, cargó con agua la pava 
y todos nos sentamos a esperar los mates.

Recién entonces
nos convencimos de que habías resultado un garca, un cagador, un ortiva.

Te morfaste las facturas
y ahora sé que los grandes traidores no han muerto.
Viven entre nosotros agazapados, refugiados en las pequeñas ofensas.

Te morfaste las facturas
aunque nos digas que no, aunque nos mientas mil perdones y malos entendidos.
Consciente del acuerdo tácito de guardarlas para la tardecita con el mate

Te morfaste las facturas
y ahora sé que tu amistad,
lo que queda de ella,
vale dos con cincuenta surtidas en la panadería de aca a la vuelta.

Y pensar que todos hicimos fuerza por no atacarlas.
Que a todos nos hubiera gustado comer una más.
Que me manché los dedos con dulce de leche
cuando guardé el último vigilante en el papel blanco de panadería.
Que me chupe los dedos dulces y ásperos
cuando nos despediamos...

La puta que te pario.

Te morfaste las facturas.

La guardia hereje


sábado, 12 de febrero de 2011

Acabo de mirar el reloj


Acabo de mirar el reloj, y sé que con ese simple gesto he destruido el hechizo endeble, la sutil telaraña que estábamos tejiendo entre los dos. Lo supe al volver a mirarte : ya nos vimos desde distancias oceánicas, desde desfiladeros estrechos y distantes. Supe así, como tantas otras veces, que te había vuelto a perder para siempre.

Llegaste temprano, como es tu costumbre, y te sentaste de frente a la puerta, y contra una de las ventanas que dan a la calle, para poder verme llegar sin sobresaltos. Te entretuviste dibujando servilletas de papel y mirando de tanto en tanto para afuera, tratando de decidir qué cara poner cuando me vieras. Cuando me presentiste doblando la esquina, y para no ponerte colorado, te pusiste a contemplar reconcentrado el mantelito de hilo, marcando los cuadrados con el dedo, como si fuese un lápiz. Cuando por fin entré, también hice lo mismo de siempre : fingí buscarte sin hallarte en los rincones más alejados del café (y eso que sé de memoria que siempre te sentás frente a la puerta, contra las ventanas que dan a la calle). Giré como si estuviese por irme, y así logré mi victoria, mi efímera pero imprescindible pero sádica pero dulce victoria: te pusiste de pie, atolondrado, chocaste los muslos contra la mesa y estuviste a punto de derribarla, atajaste como pudiste el florerito con flores artificiales antes de que saliera volando, y por fin me hiciste un gesto como para que te ubicara.

Recién entonces me digné a mirarte. Te sonreí, pero sin los ojos, para que te dieras buena cuenta de que era una sonrisa de esas que se dedican al kiosquero o al cajero del banco. Antes de sentarme, te di un beso en la mejilla, o más bien un golpe de mi mandíbula en tu rostro. Vos solías decirme cuánto te gustaban mis besos en la mejilla. Decías que eran cálidos, llenos, agradables.

Por eso, desde que nos separamos, cuando nos vemos te obsequio ese golpe con el costado de la cara, para que adviertas el desprecio y la repugnancia que me produce el mínimo contacto con tu piel. A veces me arrepiento de ese sadismo, pero supongo que humillarte me calma los nervios del encuentro. Es como un modo de perdonarme a mí misma el haber venido, haber sucumbido a esta inútil reincidencia en nuestro tumulto de emociones viejas. La cosa funciona, porque herido en tu amor propio endurecés la voz y fruncís el gesto, y empezás a hablar con tu tono pausado de abogado rutinario. En ese momento me convenzo, como una nena, de que hice bien, de que nuestra recíproca frialdad nos exonera de la vergüenza de haber venido, de que son ciertas las excusas que acepté para que nos encontrásemos.

Y desde que llamaste (siempre llamás vos, como si supieras que soy incapaz de la valentía de iniciar esto por mi cuenta ) mi vida se ha alterado por completo: cuento los días que me faltan para verte, y al mismo tiempo me doy clases mentales acerca de cómo sustraerme a tu influjo maquiavélico.

Aquel día (como todos los días en los que llamás, esos días marcados con rojo en la penumbra de nuestros desencuentros) me preguntaste por los chicos, por mi trabajo, por un montón de cosas. Hasta te tomaste el trabajo de preguntarme por José y por mamá (hondo sacrificio, por cierto, porque sé que los odiás con toda tu alma ).

Mientras te escuchaba y te contestaba con obviedades adecuadas a lo trivial de tus preguntas, me sentí mala. Yo sé perfectamente para qué llamás cuando llamás, y por eso me invade un desasosiego más propio de los quince que de los treinta y cinco. Pero me regodeo en tu desesperación, que crece a medida que corre el
tiempo sin que yo dé señales de entender tus enigmas. Así te tengo un rato, hasta que tus preguntas titubean y agonizan entre silencios prolongados. Y cuando estás por cortar, recién entonces y justo en ese momento, me vence el terror de perderte y empiezo yo a preguntarte nimiedades. Hasta te hago hablar de Rita (aunque me decepciono cada vez que me respondés que está todo bien, que todo sigue sin problemas, porque siempre anhelo secretamente que me digas que no, que no corre más, que se acabó, que no funcionó ). Y en algún recodo de esa charla de locos, una pregunta al azar, un comentario intrascendente, permitirá el puente justo para el “ claro, eso sería mejor charlarlo con algo de tiempo, ¿no ?”. Y el otro se hará un poco el distraído, al final dirá que buen, que nos podemos encontrar en el café, sí, sin apuro, un día que nos quede cómodo a los dos, exacto, dejame ver cuándo se puede quedar mamá con los chicos, cuándo puedo salir temprano del estudio, ajá, bueno sí, chau, un beso, otro para vos y los chicos, click.

Por eso, porque desde que colgué no hice otro cosa que arrepentirme de haber pactado este encuentro hipócrita, te golpeé la mejilla al encontrarte, y me hice la distraída al entrar al café, y miré la hora cada minuto y medio para darte a entender que estabas poniéndote pesado y que tenía un sinnúmero de cosas que hacer, infinitamente más importantes que estar enfrente tuyo en un bar que iba oscureciéndose con el correr de la tarde.

Y vos me dejaste hacer, sin decir nada. Seguiste jugando con el sobrecito de azúcar, despegándoles lentamente los bordes y vaciando el contenido de a poco en el pocillo vacío.

Hablamos de lo que teníamos que hablar de los chicos, combinamos cuándo vas a quedarte con ellos quince días para que yo me vaya con José a Río de Janeiro, y hasta me recomendaste un par de libros nuevos de derecho comercial imprescindibles para una abogada eficiente. Y entonces, cuando nos quedamos a solas y
repletos de silencio, me miraste como sólo vos sabés hacerlo: con el trépano en llamas de tu mirada sin tiempo, al fondo de mis propios ojos, de mi cabeza, de mis más ocultos pensamientos.

Y yo te vi igual que siempre, iluminado de lado por un sol agonizante, con tu barba entrecana y tu pelo raleado y tus ojos grises y chiquitos. Y fue exactamente en ese instante, ni antes ni después, sino justo cuando el sol se moría con la tarde, que sentí cómo dentro mío se derrumbaba estrepitosamente la puerta que cierra los límites de tu reino. De nada me sirvió mi manual de sadismo para amas de casa, ni mi postura de mujer superada, ni mi estúpida actitud belicosa. En tu reino, ésas cosas son armas perimidas. Y me encontré de pronto recorriendo las mismas sendas ahogadas por los yuyos, y contemplando los mismos paisajes reposados. Volvieron los colores y los aromas, y las canciones y los recuerdos cubiertos por el polvo. Fuimos adentrándonos por los senderos sinuosos y conocidos, reconociendo cada árbol y cada montecito, y cada lápida de nuestro cementerio.

Como por arte de magia, las telarañas del olvido desgajándose y dejándonos uno frente al otro con la simpleza y la plenitud que sólo conservan los amores perennes y fracasados. Se borró el café, el sol agónico, Buenos Aires y el jueves a la tarde. Nos guiamos mutuamente por el laberinto de nuestros recuerdos, para no herirnos en las zarzas de nuestros recíprocos desengaños ; y cuando quisimos acordarnos nos hablábamos con la dulzura y la complicidad que prometimos cien veces no volver a prodigarnos. Las siguientes dos horas estuve en tus dominios, reviviendo aromas y colores de un pasado detenido en el tiempo. El universo se redujo a tu voz y a la mía, acariciándose en el aire tibio del café, ahogándose en risitas contenidas y en silencios nostálgicos. Y entonces fue cuando miré el reloj y vi que eran las nueve y media, y como me pareció imposible me volví a mirar el reloj de la barra. Y como ése también me dijo que nuestro tiempo había vuelto
a morir sin descendencia, fue que entendí que se había roto nuestro hechizo endeble, nuestra sutil telaraña inútil.

Ahora, cuando me tome el subte para volver a mi casa y a mi vida, y cuando camine aterida de frío y de desamparo por Caballito, pensándote a vos haciendo lo mismo por Temperley, voy a arrepentirme de haberte encontrado. Al entrar en casa inventaré apurada una pelea inexistente que desoriente a José y le esplique mi desasosiego. “ Es el mismo sinvergüenza de siempre”, dirá él, para darme a entender que me entiende y me sostiene.

Y yo le diré que sí, casi sollozando, casi largándome a llorar como una nena. Pero no será por fingir, no será por hacerle creer que me lastimaste, sino porque esta noche saberte fuera de mi vida, saber que por meses o por años tu reino va a cerrarse de nuevo a mi visita furtiva, aceptar de nuevo mi vida sin vos en ninguna parte y en ningún momento, se me hará insoportable.

Él no entendería –si al cabo ni siquiera yo lo entiendo - que mi vida sos también vos. Vos en alguna parte, vos escondido, vos a medias sepultado por los rencores y las culpas. Pero vos vivo, custodiando celoso y sereno la estrecha extensión de tu reino, esperándome sin prisa para abrir la pesada verja que lo oculta.

En mis sueños, ese caos se resuelve en la sencillez cristalina de unas pocas frases: te encuentro, nuestros ojos se cruzan en miradas incandescentes, y con la franqueza reposada en verdades demoledoras te digo que no quiero volver a verte, pero que mi vida sin vos no funciona, aunque con vos tampoco funcione. Te pido que no me llames más, pero en seguida me desdigo y te confieso que necesito que lo hagas.

Te increpo por mi dolor, este dolor sordo de vivir despidiéndote, de vivir extrañándote, a sabiendas de que no hay otro modo de vivirte. Y justo cuando vas a responder, cuando en mi sueño sé que vas a contestar que a vos te pasa lo mismo que tu vida no está entera sin esas expediciones elusivas a nuestro campo de batalla, mi sueño se interrumpe entre sollozos e hipos de llanto.

No importa cuántas cosas buenas tenga mi mundo mañana a la mañana. No van a importar ni los chicos, ni José, ni el trabajo, ni mi vida entera, ni mis descubrimientos en terapia. Solamente vas a importar vos y tu distancia, vos y el misterio de tu vida vaya a saber por dónde, vos y el agujero insoslayable de mi alma. Porque mañana, al despertarme y acordarme del paseo de hoy por nuestro osario clandestino de flores marchitas, voy a entender por qué me niego una vez y otra a volver a verte. Porque mañana, con el sol pegándome en la cara, voy a tomar conciencia de que he vuelto a perderte, sin haberte siquiera tenido. Y eso será lo peor de todo, el saberme condenada a perderte siempre que te encuentro.

Después irán pasando los días, y el dolor se irá apaciguando. Mi vida retomará gradualmente su ritmo cotidiano, y volverán de a poco los colores al universo. Cuando vengas a buscar a los chicos el sábado, evitaré mirarte a los ojos, y vos, con buen criterio, vas a irte de inmediato. Hasta es posible que después de unos meses me crea curada de vos, y piense que por fin he de dejar de sufrir por tu causa.

Pero una noche cualquiera, la menos pensada, te vas a colar en mis sueños. Y como el nuestro es un amor de premoniciones, al día siguiente, o al otro a más tardar, tendré noticias tuyas. Vas a llamarme con las excusas de siempre: que los chicos, que una causa por quiebra que agarraste para no perderla pero no tenés ni idea de cómo llevarla, que un cambio en el cronograma de vacaciones. Y yo, con el corazón  alopándome en la garganta, como si tuviera quince y no treinta y cinco, voy a escucharte maravillada, apenas conteniéndome para no gritarte que sí, que cuando quieras, porque no soporto más sin verte. Pero por no arruinar nuestro recíproco teatro, voy a hacerme la dubitativa, voy a descartar un par de fechas de posibles encuentros, y hasta voy a proponerte que lo arreglemos directamente por teléfono. Pero al final, antes de que te de por vencido, voy a decirte que bueno, que de acuerdo, que nos encontremos. Y voy a volver a entrar al bar en el me cites. Y voy a fingir buscarte en los rincones más alejados, a sabiendas de que estarás
a un lado de la puerta, sobre las ventanas que dan a la calle.

Eduardo Sacheri (Te conozco, Medizábal y otros cuentos)

miércoles, 9 de febrero de 2011

Filosofía Social: La carrera

Hola señoritas y señoritos! Hoy vengo con una nueva pregunta que surgió, esta vez, de una charla con un amigo.

Resulta que desde chicos somos educados dentro de un sistema que plantea la individualidad. Donde pasar de salita en salita, de grado en grado y de en año en año conlleva un mérito 100% personal. Las notas del trabajo en equipo son superficiales y, básicamente, sos un alumno "exitoso" si aprobás todos tus exámenes. Nadie repite un año por llevarse mal con sus compañeros o no participar en clase.

Nuestra educación desde el "vamos" es individualista y así mismo nos criamos en una constante competencia con nuestros vecinos sin hacer mucho hincapié en empujar todos para un mismo lado.

Claro que, arrancando con una base así, es común que no nos preguntemos el por qué la carrera universitaria es una carrera. ¿Contra quién se compite? ¿Contra el tiempo? ¿Contra tus pares? ¿Contra las estructuras que plantó tu familia de lo correcto y lo incorrecto en tu cabeza?

Muchos pensarán que contra el tiempo, no lo dudo. Por que mientras más rápido hagas la carrera, más rápido vas a trabajar de lo que te gusta entonces, más rápido vas a poder vivir de tu trabajo. Mmmm... esto me suena a que hay que "apurarse para vivir" cuando soy un fiel creyente de que apurarse para vivir es una enfermedad que nos acosa día y noche.

TOOODO es AHORA y YA! Si el tipo de adelante se demoró 5 segundos en arrancar después de que el semáforo se puso en verde ya estamos pensando con que rítmica violenta vamos a aturdirle el oído con la bocina. Si pusimos el café con leche un minuto y treinta segundos en el microondas, al minuto y diez ya estamos viendo el relojito anciosos para, finalmente, frenarlo al minuto y veinticinco. Que si el colectivo se demora, que si esto, que si lo otro...

Exigimos eficiencia, queremos eficiencia. Muchas tareas en menos tiempo... eso, en muchos casos, es un ejemplo de persona exitosa. "Ja! Le puse 3hs de Buenos Aires a Mar del Plata". Hasta nos podemos llegar a poner orgullosos de comentarles a nuestros jefes lo buen empleado que somos por hacer una enorme pila de tarea, por las ventas realizadas o por la mar en coche. Siempre resaltando nuestra hermosa productividad y eficiencia.

AL CARAJO! Estamos viviendo al ritmo de otros no al propio y la pregunta que formulo hoy es justamente esa. ¿Por qué la carrera? Y hablo de la carrera constante, no sólo la universitaria. ¿A quién hace feliz nuestra carrera?

Éxitos y espero los comentarios!

Giancarlo

NOTA: Como siempre, estos comentarios son en base a cosas que pienso yo y como lo pienso yo espero que sean capaces de criticar desde su punto de vista. Evitando así infamias como "Estás equivocado". Se aceptan "No estoy de acuerdo" y cualquier comentario desde lo personal. Parece una boludez pero de esa forma podemos hacernos cargo de lo que decimos manteniendo el respeto de las ideas.

lunes, 7 de febrero de 2011

Falta de sentido

"En presencia del dolor la gente se acobarda, como si retrocediera ante el ataque enemigo. Pero el dolor, es básicamente, una señal que indica dónde debería iniciarse la curación.

[...]

Cuando alguien reúne siquiera un poco de coraje para enfrentarse a sus viejos condicionamientos, descubrirá que al volverse hacia adentro comienza a disolverlos. En la actualidad, la perspectiva de volverse hacia adentro intimida a casi todo el mundo, pero no hay otra forma por el cual la mente pueda dominar sus resistencias intrínsecas. No hay curación desde allá afuera. La falta de sentido que soportamos en la actualidad no hará sino empeorar y, con el tiempo, la humanidad podría hartarse de sí misma al punto de no poder recuperarse."

Vida sin condiciones - Deepak Chopra

Cáscaras

"Más aún: ciertos comportamientos contienen cosas obviamente demasiado penosas para ser expresadas y hasta enfrentadas. Como un bebé envuelto en pañales y mantillas, nuestra percepción de la realidad se va cubriendo con capas de experiencia, hasta que el "yo" tenga una noción bastante confusa de quién soy en realidad."

Vida sin condiciones - Deepak Chopra

jueves, 3 de febrero de 2011

Sonrisa


- Pero cuando sonríe... Ahhh - suspiré - No sabes lo que es! Es como si todo fuese como... ¿Viste cuando en otoño salis temprano de tu casa con un buzito por que esta fresco? Mirá, cuando ves su sonrisa es como encontrar ese huequito que hay entre los árboles por donde pasa el sol pegándote directo en la cara. No sé si entendés esa sensación... Seguro que con toda tu experiencia sabés de lo que te hablo, minas nunca te faltaron...

Mi abuela me interrumpió dándome una suave cachetada en la mano.

- No hables así de mi viejo! ¿No mi amor que yo fui la única de la que enamoraste?

El viejo, como siempre, se hizo el sota y no respondió.

- Ay saltó la diva! Sé realista abu, con la facha del viejo minas no le habrán faltado.

- Ay nene... cuanto camino te falta por recorrer! Por más facha que haya tenido en su juventud, (no te ofendas viejito, seguís igual de churro pero...), hablando de amor, la facha es tan efímera como tus novias!

- Vos si que sabés hacer sentir mal a tu nieto abu... de todas maneras, es cierto viejo, pudiste haber tenido muchas pero... ¿de cuántas te enamoraste realmente? Por lo menos de una seguro!

Mi abuela asentía con una sonrisa triunfante

- Bueeeno... todos nos podemos equivocar viejo jijiji. En cambio, esta chica de la que te cuento es diferente a la abu. La conocí hace muy poco, en un kermes a beneficio que hizo mi escuela primaria. Estaba parada junto al juego del sapito, intentando meter las fichas en la boca del sapito más alejado. La cinta celeste que se ajustaba a su cintura, hacía que su vestido floreado remarcara sus buenas condiciones de mujer. Y mirá que yo no soy mucho de fijarme en esas cosas abu, pero si hubieses visto esa porcioncita de espalda que yo pude ver, hoy estarías contándole a tu abuelo lo felíz que puede sentirse un hombre que tuvo el agrado de abrazar a la muerte, hacerla girar sobre su talones y darle una buena patada en el culo!!!.

La abuela largó una risa ahogada que finalizó con un carraspeo de garganta. Continué.

- Y no tuve más que hacer que tomarle la mano y pedirle permiso. Agarré una ficha y conté... uno... dos... tres!. Justo antes de tirarla le dije: "Si esta ficha llega a su destino, joven muchacha, tendrá que aceptar bailar conmigo el próximo tema que suene en esta fiesta". Y como esas cosas sólo salen bien en las pelis, terminé tirando la ficha a la mierda. Una desgracia, que se le va a hacer.

- Pero contale lo que pasó después! Dale, contale!

Y tomé nuevamente aire...

- Y bueno viejo, después pasó lo mejor. Cuando me estaba retirando medio indignado, por los parlantes comenzó a sonar Cheek to Cheek. No te puedo explicar lo que sentí cuando la chica de la cinta celeste me tomó de la mano diciéndome: "esta canción es mi preferida!". Me quedé duro viejo. Tenías que ver toda esa energía que brotaba de sus ojos. Medio duro empecé a bailar con los brazos completamente extendidos y tomándola por los hombros... ¿A donde se las tomó el joven febril que estaba conmigo cuando le pedí jugar la ficha? No lo sé viejo, no lo sé! Ella, con sus manecitas, tomó mi torpe mano derecha y la deslizó hacia su cadera. La otra mano la tomó firmemente, se me arrimó al pecho como si quisiera escuchar lo fuerte que sonaba mi cuore y comenzo Louis Amstrong a entonar "heaven... Im in heaven". Y si, estaba en el cielo viejo. La chica de la cinta celeste olía a primavera, a café, a tilo, a chocolate, a brisa fresca, a música al oído. Me perdí en su nebulosa mientras bailábamos...

Mi abuela desprendió su primera lágrima mientras sonreía un poco nostálgica. La tomé de la mano y le dije al nono suavemente.

- Bueno abu, ya te dejo descansar tranqui. Portate bien y ojo con andar levantando las faldas de las chichis que la abuela después se me pone en hincha.

Y fue con el paso lento de la abu que nos fuimos alejando poco a poco, dejándole al nono algunas lágrimas, anécdotas y un sólo jazmín. Pese a todo, a la abuela se la ve contenta y hasta enamorada de sus recuerdos. Como dije en alguna ocasión, sólo basta con mirarle la sonrisa con un poco de esa luz que se filtra por las copas de los árboles en cualquier día soleado de otoño.

Giancarlo Sereni - 2/2/2011

martes, 1 de febrero de 2011

Cinema Verité


Anteojos negros de carey,
auriculares en la sien,
no me escucha, no me ve
y yo puedo observar tranquilo

la playa como un ajedrez,
el tipo del Mercedes Benz 
que está tirado ahí nomás, 
tiene una sola cosa en mente,
solo una chica tonta más bajo el sol,
como una propaganda de bronceador. 

El sabe como impresionar
caminando como Tarzán 
el es Eva y ella Adán
y yo estoy en cualquier planeta.

Presiento que algo va a pasar,
las plumas del pavo real 
oscurecen hasta el sol 
y él se siente rey de la selva. 
Ellos están con la máquina de mirar.
Justo en el paraíso para filmar. 

Yo puedo compaginar 
la inocencia con la piel.
Yo puedo compaginar.

Yo nací para mirar 
lo que pocos quieren ver.
Yo nací para mirar. 

Ahora él le ofrece una manzana.
Ahora le insiste de probar.
Ahora estimula sus membranas por la hot line.
En escenarios solitarios 
la gente se habla un poco más 
y hasta dos pobres millonarios se pueden encontrar. 

Cayeron los auriculares 
y los anteojos de carey.
La luna baja los telones
es de noche otra vez.

Serú Girán