martes, 25 de enero de 2011

Impulso


Él se encontraba en la parada del colectivo. Estaba esperando y, mientras lo hacía, ordenaba de menor a mayor las heridas que dejaron los años.

Ella estaba por la zona por la que él esperaba. Caminaba por la avenida ensimismada en sus laberitos de amores pasados. Caminaba cabizbaja observando, con cierta melancolía, aquellas hojas secas que tenía guardadas en lo más profundo de su esencia.

Él hacía dibujos con las nubes que había en el cielo mientras sentía que un punto indivisible crecía dentro de él.

Ella continuaba su marcha por la avenida. Sólo los separaban unos cuantos metros pero ella no sabía de él y él no sabía de ella.

Los pensamientos de aquella chica estaban dispersos en broncas y remordimientos. Luchaba fervientemente contra sus ideas de amores futuros. Quería apartarse de toda estructura que pueda generar dependencia de otra persona. Ya no soportaría una entrega y un fracaso más.

Él, maravillado por el equilibrio logrado, observaba a los ojos a los transeuntes que caminaban por allí. Encontraba empatía en ellos.

Ella decidió no amar jamás. Los hombres de su vida crearon en ella una coraza de indiferencia que la volvía realmente fuerte a las pasiones mundanas. Muchos hombres fueron testigo de ello y, hundidos en la tristeza, la vieron reir bajo el semblante de la hipocresía.

No obstante, ambos se encontraban a centimetros de distancia. Ella llegó a su destino y, al igual que él, esperó al colectivo.

Sucede que a veces el silencio es el combustible de la ansiedad y luego de unos minutos fue que ella rozó con un dedo el hombro de él pidiéndole la hora.

Al darse la vuelta, el tiempo se detuvo.

Él se quedo paralizado con la calidez y profundidad de aquellos ojos negros que lo miraban. Tembló, pero sólo un poco. Su mente se vació y, brotando como copos de algodón, se llenó de su esencia nativa. Aquella esencia escasa de miedos, de temores, de prejuicios. Fue en ese momento en el que sus demonios y razones se vistieron de gala para aquella fiesta que se extendía por su pecho. Los vio a ambos, a su demonio y a su razón, mirándose frente a frente en una tregua temporal y, en esa fracción de segundo, la tomó suavemente por el mentón usando su indice y su pulgar. Bajó lentamente la cabeza y la besó.

Ella no esquivo sus labios.

No comprendía lo que allí sucedía. Se asustó un poco. Muchos esquemas morales le impedían tales actitudes y romperlos, nunca es fácil. Ni ella misma supo que fue lo que no evitó que corriera la mirada, que se alejara dando un respingo y diera una bofetada a aquel ladrón de labios. Lo cierto es que allí estaba ella, con los ojos abiertos, besando a un extraño.

Tampoco supo por que se sintió tan aliviada. Aquel beso fue una suerte de llave que abrió su caja de represiones.

Poco a poco, la entrega a aquel beso fue haciéndose más real. Cerrando los ojos, el peso de la bronca se elevó hacia su cuello como una arcada que cerró su garganta. Inebitablemente las lágrimas comenzaron a acariciar su rostro.

Como un perro, abierto a las caricias de un extraño, cedió con pasión a aquel joven. Sus lágrimas secaron y la felicidad y la plenitud comenzaron a chispear en su centro creando una explosión de un ardor infernal que motorizó sus manos para buscar las de él.

Lentamente abrieron sus ojos y se miraron durante 20 segundos poniendo fin al impulso que diferenció a aquel día de verano.

Giancarlo Sereni - 25-01-2011

lunes, 24 de enero de 2011

Filosofía Social: Aprendizaje

Esta es una pregunta para aquellas personas que suelen decir "a los golpes se aprende". Mi experiencia dice que es cierto pero... es la única manera de aprender?

Escuché y leí muchos casos de personas que comienzan a vivir fervientemente desde el momento en que se enteran de que padecen una enfermedad terminal.

La pregunta es : ¿Puede el ser humano aprender solo por medio del sufrimiento o hay otra forma de encontrar sentido y plenitud a la vida? ¿Cómo y por qué?

Espero sus opiniones!

viernes, 21 de enero de 2011

Grita!


Hace días que te observo
y he contado con los dedos
cuantas veces te has reído
una mano me ha valido.

Hace días que me fijo
no sé que guardas ahí dentro
a juzgar por lo que veo
nada bueno, nada bueno.

De qué tienes miedo
¿a reir y a llorar luego?
¿a romper el hielo
que recubre tu silencio?

Suéltate ya y cuéntame
que aquí estamos para eso
pa' lo bueno y pa' lo malo
llora ahora y ríe luego

si salgo corriendo, tú me agarras por el cuello
y si no te escucho, grita!
te tiendo la mano tu agarras todo el brazo,
y si quieres más pues, grita!

Hace tiempo alguien me dijo
cual era el mejor remedio
cuando sin motivo alguno
se te iba el mundo al suelo

Y si quieres yo te explico
en que consiste el misterio
que no hay cielo, mar, ni tierra
que la vida es un sueño

si salgo corriendo, tú me agarras por el cuello
y si no te escucho, grita!
te tiendo la mano tu agarras todo el brazo,
y si quieres más pues, grita!

Jarabe de Palo

Un Beso


Por la noche oscura viaja la sombra
de un hechizo atado a un vuelo de alondra
y por una esquina casi en puntillas
doblan cuatro lunas y dos frutillas.

El tiempo se detiene, se agazapa
se embosca, disimula, se disfraza
y yo liviano como un día franco 
ignorante del conjuro, voy llegando.

Y tras las ventanas callan sus risas 
ángeles, nostalgias y trompetistas
cinco duendes llegan arriando estrellas 
y visten tus labios para la fiesta.

Tu beso fue un mazazo de amapolas
de soles, de jazmines, mariposas
y yo medio knock-out voy tambaleando
aturdido, confundido, embelesado.

Voy... enamorándome 
sin otro porque
que un beso
tu beso.

Voy... enamorándome
que voy
que no voy
mejor me espabilo

No hay que juzgar al destino
si el beso me vino 
por algo ha de ser.

En la mesa tibia de la sorpresa
brindan la quimera con la certeza
y yo prevenido por el presagio 
junto primaveras para el naufragio.

Tu beso fue un mazazo de amapolas
de soles, de jazmines, mariposas
y yo medio knock-out voy tambaleando
aturdido, confundido, embelesado.

Voy... enamorándome 
sin otro porque
que un beso
tu beso.

Voy... enamorándome
que voy
que no voy
mejor me espabilo

No hay que juzgar al destino
si el beso me vino 
por algo ha de ser.

Roberto Andrés Gil