viernes, 30 de diciembre de 2011

Mediatización


Voy a contarte un negocio, 
Donde el ocio no tiene lugar. 
Trabajar para robarte el tiempo, 
Las ganas, los sí, los quizás. 

Te amputará hasta la estima 
Con munición de saliva letal. 
Mil frases edulcoradas, 
Remotamente lanzadas. 

Alto el precio que se cobra de por medio. 

Mediatización, mediatización, 
Que idiotiza la razón. 
Llanura intelectual, stress express, 
Pronto te enredará, ya no podrás volver. 

Puede dejarte vacío, 
Puede llevarte al hastío. 
Información que no forma, deforma, 
Y se amontona en tu oído. 

Puede venderte un baldío 
tomando tu paraíso
en parte de pago y, de paso, 
te hará creer que sos vivo. 

Todo negro... 
Cuánto necio hay en stereo 

Mediatización, mediatización, 
Que idiotiza la razón. 
Llanura intelectual, stress express, 
Pronto te enredará, ya no podrás volver.

Pampa Yakuza


domingo, 4 de diciembre de 2011

Ahora


"Crecer recordando aquel verso de Machado:
Hoy es siempre todavía. Toda la vida es ahora.
Y ahora es el momento de cumplir las promesas que nos hicimos.
Por que ayer no lo hicimos. Por que mañana es tarde.
Ahora"

Ahora que la adolescencia es un septiembre lejano, 
humo de cerveza en un portal, un verano inacabado. 
Algunos años en la facultad de ciencias, 
papeles escritos, ron de Cuba, hojas de hierba, 
un tren dormido en una vía muerta, 
la luz de la ventana azul que siempre estaba abierta. 

Ahora que quedan tan lejos las playas de Corfú, 
las estaciones de trenes de Praga, Hamburgo o Estambul, 
los viajes que trajeron a otros vistiendo nuestros cuerpos, 
la luz de una cafetería, los amores conversos. 
Ahora que te cansas y las piscinas cierran, 
y apura el último baño la luz de las estrellas. 

Ahora que regreso a los lugares a donde quise huir y nadie me espera allí. 
Ahora que casi llego a fin de mes, que amo a una mujer. Que amo a una mujer. 

Ahora que pago las facturas, que me besé en La Habana, 
que sueño con Lacandona, que ya no escribo cartas, 
que cumplimos más años que promesas, 
que se hunden nuestros corazones como la vieja Venecia, 
que llego tarde a los cines y al fin del planeta, 
que alquilo un pequeño piso en un castillo de arena. 

Ahora que duelen las resacas y cortan como una navaja. 
Ahora que nadie nos saluda por los bares de Malasaña, 
que pido auxilio, besos y comida por teléfono, 
que fumo flores y lloro a veces mientras duermo. 
Ahora que tiemblo como un niño abandonado. 
Ahora que viejos amigos nos han traicionado. 

Ahora es el momento de volver a empezar, que empiece el carnaval, 
la orgía en el Palacio de Invierno, de banderas y besos. 
Se cayeron mis alas y yo no me rendí, así que ven aquí, 
brindemos que hoy es siempre todavía, 
que nunca me gustaron las despedidas.

Ismael Serrano - Principio de Incertidumbre


jueves, 24 de noviembre de 2011

Consecuencia

"Un paisaje, un paseo por el bosque, un chapuzón en una cascada, un camino entre las rocas, sólo pueden colmarnos estéticamente si tenemos asegurado el retorno a casa o al hotel, la ducha lustral, la cena y el vino, la charla de sobremesa, el libro o los papeles, el erotismo que todo lo resume y lo recomienza. Desconfío de los admiradores de la naturaleza que cada tanto se bajan del auto para contemplar el panorama y dar cinco o seis saltos entre las peñas[...]"

Julio Cortazar - Lucas y sus meditaciones ecológicas

lunes, 17 de octubre de 2011

Mente inmedible

"[...] eso es lo que dicen los médicos, por eso te han prescrito estas píldoras, es un psicofármaco muy ligero, nada especial, una simple ayuda. El viejo lo miró con una expresión que le pareció de conmiseración, tal vez hubiera un tono irónico en su voz. Ayudar, dijo, claro, naturalmente, ayudar, lo que sea que esa gente pretende es abrillantarte la memoria como un espejo, ésa es la cuestión, que pueda funcionar no como ella quiere sino como quieren ellos, que deje de obedecerse a sí misma, a su propia naturaleza, que no es de forma geométrica, la memoria no puedes representarla como un precioso dibujito geométrico, adquiere la forma que más le place según el momento, según el tiempo, según quién sabe qué, y ellos, esos doctorcitos, pretenden trigonometrizártela, ésa es la palabra adecuada, de modo que resulte perfectamente medible, como un dado, por ejemplo, eso les conforta, un dado tiene seis caras, le vas dando vueltas y ves todas las caras, ¿tú crees que la memoria es un dado? [...]"

El tiempo envejece deprisa - Antonio Tabucchi

martes, 11 de octubre de 2011

Las horas perdidas


Que pena las horas perdidas que dimos de ventaja, 
 las copas vacias, mentiras sin barajas, 
 que tus cosas, que las mías y al fin llevarnos nada. 

Que pena los pasos en vano, 
dejándonos de lado los bares abiertos 
que no nos acordamos, la lluvia sin chapa, los mapas alambrados. 

Pero que pena las azucenas en la ventana, 
que pena todo, que pena nada, 
que pena el oro que no brillaba, 
lo que queríamos ser de grandes, 
lo que volvimos enloquecidos, tan negociables. 

Que pena las noches aquellas mirando las estrellas, 
siguiendo las huellas de una riqueza absurda, 
que pena no haber nunca perdido la cabeza.

Que pena los dias gastados, a cuenta del futuro
tomándonos puro el vino rebajado, 
que pena haber fallado estando tan seguros. 

 Pero que pena las azucenas en la ventana, 
que pena todo, que pena nada, 
que pena el oro que no brillaba, 
lo que queriamos ser de grandes, 
lo que volvimos enloquecidos, tan negociables. 

Que pena los 5 minutos que nunca nos tomamos, 
hoteles de paso por los que no pasamos, 
que pena tanta cama y llegar siempre cansados. 

Que pena los sueños corrientes que nunca nos contamos, 
los viajes separados, las flores en septiembre, 
que pena haber estado tan pendientes de lo urgente. 

Pero que pena las azucenas en la ventana, 
que pena todo, que pena nada, 
que pena el oro que no brillaba, 
lo que queriamos ser de grandes, 
lo que volvimos enloquecidos, tan negociables. 

Pero que pena las azucenas en la ventana, 
que pena todo, que pena nada, 
que pena el oro que no brillaba, 
lo que queriamos ser de grandes, 
lo que volvimos como cretinos, tan negociables.

Zambayonny

domingo, 18 de septiembre de 2011

Soportes

Se refugiaba, a veces, en su colchón de felicidad. En las tormentas, ella sabia que podía volver cuando quisiera a su colchón y revolcarse en él con una sonrisa en su rostro. 

Antes que nada quiero aclarar que hablo de un colchón vacío, un colchón sin sábanas ni almohadas. Ella no lo usaba para dormir, no le gustaba caer en la tranquilidad de la pereza y dormir largas siestas en él, siestas de días, de meses, de años, nada de eso. Ese era su refugio cuando el caos la apañaba, un lugar seguro al que podía volver, un colchón pasajero que nunca la detenía de enfrentarse a los desafíos que su vida le daba a diario. 

Cuando los miedos, rencores y tristezas se apañaban a un costadito de su corazón ella explotaba, aullaba, arañaba, corría y gritaba. Era consciente de sus penas, las padecía como toda persona normal. El hecho de saber que tenía a su disposición una sonrisa auténtica bajo su manga no era motivo para abusar de ella. No. Sabía que estaba y que ese espacio la identificaba, la fortalecía, la hacía constante, habitada, intensa, feliz. No quería recurrir a él para no sentir el dolor. Quería padecer y sufrir para encontrarse viva al regresar a su colchón de felicidad constante. 

Como las montañas se disfrutan mucho más cuando el observador sabe que tiene que volver a su hogar, ella disfrutaba llenándose del día a día, con sus posibles tropezones, a sabiendas de que existía una parte de ella esperándola en su mente, una parte que la sentía como un cálido abrazo de madre o unas palabras de amigo. 

Cierto día se encontró triste en un rincón de su alma, si es que aquello existe. Añoranzas por tiempos de juventud perdidos vinieron a ella y se proyectaron en su piel en forma de temblores. Las lagrimas caían a borbotones y no podía detenerlas. Mejor dicho, no quería detenerlas. 

La pena la atormentaba, quería volver a la simpleza de su infancia, donde los juegos se daban con mayor frecuencia y donde las mentiras eran travesuras de niños. Aquella infancia donde el hecho de embarrarse, era un sinónimo de diversión y no de enfado, donde tropezarse, era el resultado de andar y no un motivo para abandonar la marcha y donde reírse, era el esencia de una vida escasa de miedos y no un compromiso de aceptación social. 

En aquel momento donde la añoranza cortaba su respiración se dio cuenta que todavía contaba con su viejo colchón, que como siempre, haría que su pena desaparezca rápidamente, permitiendo darse un banquete con los bocados mas sabrosos de aceptación, paz y tranquilidad. 

Pero su ego esta vez fue más allá. No quiso usar su colchón, quiso sumergirse en el gozo del dolor, aceptarlo, sentirlo, recorrerlo y buscar en lo más profundo de su ser, el motivo que causaba la desdicha. 

Fue entonces que cerró sus ojos y dejó fluir el llanto. Una mano invisible se cerró sobre su garganta y oprimió su pecho. Ya no pensaba para sus adentros "¡Que pare!... ¡Que se detenga por favor!". Al contrario, dejo que esa sensación de ahogo la cubriera completamente mientras ella aflojaba sus músculos y abandonaba la lucha. 

De su mente comenzaron a surgir imágenes a una velocidad increíble: Ella jugando en una plaza, tapada hasta la nariz escuchando un cuento de su padre, riendo mientras jugaba a las cartas, llorando por un globo fugitivo y abriendo de par en par los ojos al ver un algodón de azúcar gigante. 

Todas y cada una de las escenas de su niñez se acomodaron en su pecho. Sujetó fuertemente una en la que bailaba una pieza del lago de los cisnes. Su pareja: una muñeca de trapo. Aquella muñeca de trapo que la conocía mejor que nadie, a la que le contaba todos sus secretos. Ella fue la única que estuvo en sus momentos de mayor felicidad y mayor tristeza. Siempre fue su amiga hasta cuando la niña se enojaba y la dejaba en el viejo baúl. Luego, muerta de vergüenza, la recogía pidiéndole perdón por haberla abandonado. La muñeca siempre la perdonaba.

La niña seguía bailando y sonriendo con su pareja con ojos de botones. Al finalizar la pieza, abrió pesadamente los ojos. Aún los tenía rojos por las lágrimas. Llevó las manos a su cara dando paso a nuevas y renovadas lágrimas. Debajo se sus manos brilló una sonrisa tímida y, sin pensarlo dos veces, hurgó en el baúl que aún conservaba...

Se refugiaba, a veces, en su colchón de felicidad. En las tormentas, ella sabia que podía volver cuando quisiera a su colchón y revolcarse en él con una sonrisa en su rostro... en él, ya no estaba sola.

Giancarlo Sereni - 18/09/2011

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Buscando...

"Y mientras hablaba se iluminó con una amplia sonrisa: Pero si eso es lo más bonito del mundo. ¡Pero si eso es lo más bonito del mundo!


[...]


Lo más bonito del mundo. Lo había dicho una niña calva en silla de ruedas empujada por una enfermera. Ella sabía lo que era lo más bonito del mundo. Él, por el contrario, no lo sabía. ¿Cómo era posible que a su edad, con todo lo que había visto y conocido, no supiera aún qué era lo más bonito del mundo?"

El tiempo envejece deprisa - Antonio Tabucchi

domingo, 24 de julio de 2011

Alto el fuego


Mira,
yo aquí me bajo,
yo dejo el tren en esta estación.
Me asusta tu guerra menos
que el alto el fuego en tu corazón.
Me asusta tu guerra menos
que el alto el fuego en tu corazón.

Linda,
cuando vos quieras,
dejo este amor donde lo encontré.
En tren con destino errado
se va más lento que andando a pie.
En tren con destino errado
se va más lento que andando a pie.

Mi zamba será sincera.
Será, creo, para bien,
y no será porque quiera,
que estoy dejando marchar tu tren.
y no será porque quiera,
que estoy dejando marchar tu tren.

Mira
por la ventanilla,
verás mi rostro alejándose.
Hay quien dice que el camino
te enseña cosas. Yo no lo sé.
Hay quien dice que el camino
te enseña cosas. Yo no lo sé.

Mi zamba se irá contigo,
tendrá una buena razón ...
Y yo en este andén vacío
viendo alejarse mi corazón.

Alto el fuego - Jorge Drexler

miércoles, 29 de junio de 2011

Recortes: Confianza

"[...] - ¿Qué hay que hacer? -dijo el principito.
- Hay que ser muy paciente -respondió el zorro-. Te sentarás al principio un poco lejos de mí, así, en la hierba. Te miraré de reojo y no dirás nada. La palabra es fuente de malos entendidos. Pero, cada día, podrás sentarte un poco más cerca...
Al día siguiente volvió el principito.
- Hubiese sido mejor venir a la misma hora -dijo el zorro-. Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, comenzaré a ser feliz desde las tres. Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. A las cuatro me sentiré agitado e inquieto; ¡descubriré el precio de la felicidad! Pero si vienes a cualquier hora, nunca sabré a que hora preparar mi corazón... Los ritos son necesarios.
- ¿Qué es un rito? -dijo el principito.
- Es también algo demasiado olvidado -dijo el zorro-. Es lo que hace que un día sea diferente de los otros días; una hora, de las otras horas. [...]"

El Principito - Antoine de Saint-Exupéry

sábado, 11 de junio de 2011

Gente Común - Retirada (Parte 1 y 2)



Las horas de las vidas más comunes. 
Su suerte en el guion universal. 
Historias incendiándose en el aire. 
Postales que no muestran la ciudad. 

Alguien ríe. 
Alguien lloró. 
Alguien canta. 
Alguien amó. 

Minuto de una vida entre otras vidas. 
Un hombre viejo mira un funeral. 
Una muchacha ríe en la placita. 
Una familia aguanta un temporal. 

Alguien ríe. 
Alguien lloró. 
Alguien canta. 
Alguien amó. 

Bajo el parral, mesa larga y festejo. 
Años después alguien vuelve de lejos. 
Todo el destierro, el exilio, el dolor derrotados en una canción. 
Toda la nieve de su corazón derrotada una tarde de sol. 

Vuelta al show a zurcir los retazos. 
Vuelta al show se completa el abrazo. 

Alguien en mitad del mar ganó su pan, juntó la red. 
Rezo y dos besos de alcohol, le pide al mar volver. 
Sola entre las luces mira hacia atrás. 
Lleva pocas horas en la ciudad. 
Su niñez, su mama, el olor del hogar. 
Su niñez ya no está, muere en la terminal. 

Nadie los vio, En su secreto, en su rincón. 
Último beso. Chau, adiós. 
Lluvia de sal. 

Ya no son dos contra el destiempo. 
Negro licor. El desencuentro. Chau, adiós. 
Mares de sal. 

El pool de un bar. 
Dos buenos tipos salvan su amistad. 
El pool de un bar. 
Abrazo inmenso y otra vuelta más. 

Al piso dos de un hospital. 
Vuelve a subir, sale a fumar, 
ríe al llorar, llora al reir, 
corre a contar: tiene mi niño tanta luz, 
parte los clavos de mi cruz. 

Una mujer en el pretil, 
plomo el cielo gris, 
piensa en morir, 
vuelve a elegir 
otra vez vivir. 

Cada vida, cada historia, 
farolitos en la oscuridad 
desafiando la avalancha 
despiadada de nuestra brutal velocidad. 

Todos los reyes del mundo todos los mendigos 
cargan los mismos demonios, el mismo dolor. 
Cuatro payasos borrachos llorando en la fiesta. 
Lagrima azul de una orquesta de gente común. 

Tropel de simples mortales tras una esperanza, 
a veces paso pintadas en un pizarrón. 
Todos llegamos al mundo en la luz de una panza 
y nos iremos un día en un simple cajón. 

Mi canción de arlequín, un vulgar berretín.
Esta breve eternidad ya llego a su fin, 
y mi vida que se va pide más piolín. 

Mi canción (de clavos y tablon,) 
de arlequín, (de grapa y de jazmin) 
un vulgar berretín. (es solo un berretín) 

Esta breve eternidad ya llego a su fin, 
y mi vida que se va pide más piolín. 

Adiós, adiós, adiós, adiós, adiós, adiós, adiós, adiós Carnaval.

Agarrate Catalina - Gente Común

viernes, 10 de junio de 2011

La violencia

"La pregunta es ¿la gente común es violenta? ¿La violencia no es más común de lo que la gente cree? ¿La violencia será que es propiedad de una barra brava, del deporte, de un sector socio económico marginado? ¿O será que todos formamos parte, de alguna manera, de la violencia?

Un conductor se toma a golpes de puño con un transeúnte en cualquiera de nuestras avenidas. Otro comerciante resulta herido.

La policía debe intervenir por que en un barrio bien, en un colegio bien, una patota golpea salvajemente a un compañero.

Vecinos de un arrabal de nuestra ciudad armados y con miedo, abaten a 2 menores, presuntamente consumidores, presuntamente delincuentes.
Otra mujer muere víctima de violencia doméstica, habría hecho tres denuncias."

Introducción a la violencia - Agarrate Catalina (Gente Común)

martes, 10 de mayo de 2011

Desasosiego


Contame la historia mas oscura y triste que tengas guardada. Contámela sin vueltas, sin falsos sentimientos, cruda como fue. Quiero escuchar el desgarro de tu voz cuando, rendido y acabado, gritabas clemencia,  pedías piedad. Cuando convertías tus razones en demencias, cuando tus plegarias ya no tenían sentido. Quiero verte quebrado, llorando. Sentirte atareado como si una gillete rasgara lentamente tu alma, quiero ver como poco a poco la piel de tus manos se cuartean de dolor.

Quiero que me cuentes como fue el encuentro en aquel bar donde esperanzado veías como se acercaban tus últimos minutos de felicidad, moviendo a paso seguro sus curvas, con esa sonrisa que hoy te da asco, con esa mirada llena de mentiras. Te pido que me lo cuentes conservando la calma al principio; respetando los silencios. Cargando en cada bocanada de aire el vaho espeso y amargo que dejaba tu hedor. 

Recreáme todo: la posición de tus manos temblorosas, su mirada esquiva, tu tez pálida y expectante, su voz fría y metódica, tu postura defensiva y cerrada y su altivez y soberbia cuando se sentó en la mesa en la que estabas vos y comenzó aquel incómodo juego de miradas. Aquella guerra que sabías que no ibas a ganar pero que igual te creías capaz de llevarte algo con tu última carta a jugar.

Decime cuanto odiaste al mozo por alargar tu agonía. Por no entender que tu aire estaba contado. ¿Cinco minutos tardó en preparar los dos cafecitos que pediste? ¿Cuánto tiempo pasó realmente? ¿Por cuántas bifurcaciones pasaron tus pensamientos cuando el peso del silencio comenzó a despedazar tus nervios? ¿Fue en el momento en que tu sudor se volvía frío cuando depositó, finalmente, los pocillos sobre la mesa? ¿Fue en ese entonces que exhalaste tu reserva de oxigeno para llenarte nuevamente de la dudosa vitalidad que te dio el aire?

¿Me vas a decir la impotencia que te daba tenerla cara a cara, hermosa como siempre, inalcanzable como nunca? ¿Me vas a decir en lo que se transformó el nudo que llevabas el estómago cuando decidió finalmente disparar su bala oxidada contra tu pecho? ¿Esa fría bala que jamás pudiste sacarte de adentro y que con el tiempo carcomió tu carne putrefacta llegando incluso hasta lo más profundo de tu alma?

Por favor, decime bien despacio sus meticulosas palabras, pensadas todas y cada una. Quiero que te revuelques del dolor al contarme sus palabras. Al contarme el momento preciso en el que te confesó su desamor, su infidelidad, tus errores, sus justificaciones. Quiero verte como ella te vio, con tus ojos completamente desorbitados buscando la mano capaz de sacarte a flote de ese mar de incertidumbre.

Justificame tu desmesurado desasosiego. ¿Fue realmente por materializar lo que venías sabiendo de un tiempo a esta parte? ¿O más bien tuvo que ver su destacada frialdad y falta de interés en ese preciso momento? ¿Con qué palabra exacta fue que tu voz comenzó a entrecortarse y a balbucear incoherencias? 

Esta vez quiero verte como ella te vio entonces. Ahogado en tus propias lágrimas que, como una fuente, borboteaban de tus ojos. Desamparado, perdido. Carne sostenida por unos cuantos huesos pero inanimada y sin un sentido por el cual existir. Quiero que siquiera intentes mirarme a los ojos para fulminarte con los míos, como ella lo hacía. Como sólo ella podía. Y, como ella, lograr domar tu esencia para sacar a la luz tu última y miserable resaca de vida que tengas ahí adentro.

Quiero que te quedes conmigo, no quiero dejarte ir como lo hizo ella.

Giancarlo Sereni - 10/05/2011

viernes, 6 de mayo de 2011

Sinceramente Tuyo


No escojas solo una parte, 
tómame como me doy 
entero y tal como soy.
No vayas a equivocarte. 

Soy sinceramente tuyo 
pero no quiero, mi amor,
ir por tu vida de visita 
vestido para la ocasión.
Preferiría con el tiempo 
reconocerme sin rubor.

Cuéntale a tu corazón que existe siempre una razón 
escondida en cada gesto del derecho y del revés 
uno siempre es lo que es y anda siempre con lo puesto. 
Nunca es triste la verdad lo que no tiene es remedio. 

Y no es prudente ir camuflado 
eternamente por ahí 
ni por estar junto a ti 
ni para ir a ningún lado. 

No me pidas que no piense 
en voz alta por mi bien. 
Ni que me suba a un taburete 
si quieres, probare a crecer.

Cuéntale a tu corazón que existe siempre una razón 
escondida en cada gesto del derecho y del revés 
uno siempre es lo que es y anda siempre con lo puesto. 
Nunca es triste la verdad lo que no tiene es remedio. 

Joan Manuel Serrat

lunes, 11 de abril de 2011

Filosofía Social: Categorías

Políticos, razas, paises, religiones, provincias, barrios, formas de hablar, estudios, vestimentas, melodías, ideas, deportes, resultados y un eterno etcetera son algunas de las categorías que nos dividen los unos a los otros.

Que por negro, que por nazi, que por judío, que por no tener un título, que por haber perdido, que por ser aburrido, que por no salir el sábado, que por que te dejás estar, que por que sos un cagón, que por vestirte así y que por asá.

"Yo acá y los de tu categoría por allá."

Las categorías nos separan a los unos de los otros. No pasan ni 10 minutos de charla con alguien que, en cualquier momento, agazapadas, las categorías están listas para demostrárnos lo diferente que podemos ser de las otras personas. Todos y absolutamente todos somos diferentes, pero coincidimos en una sola cosa, todos somos humanos y, como tales, necesitamos humanizarnos. ¿Cómo se humaniza a un humano? Tratándolo como un par. ¿Cómo se logra? Quitando las diferencias y sabiendo que tanto el colectivero, como el verdulero, como el kioskero, como la modelo, como los deportistas, como los ladrones y como los curas, son humanos. Humanos como uno.

La pregunta que me surge es la siguiente:

¿Qué valores consideran importantes en una persona para darle valor como ser humano?

miércoles, 6 de abril de 2011

Recortes: Utilidad

"-¿Y cómo es posible poseer estrellas?

-¿De quién son las estrellas?. Contestó punzante el hombre de negocios. 

-No sé. . . De nadie.

-Entonces son mías, puesto que he sido el primero a quien se le ha ocurrido la idea.

-¿Y eso basta?

-Naturalmente. Si te encuentras un diamante que nadie reclama, el diamante es tuyo. Si encontraras una isla que a nadie pertenece, la isla es tuya. Si eres el primero en tener una idea y la haces patentar, nadie puede aprovecharla: es tuya. Las estrellas son mías, puesto que nadie, antes que yo, ha pensado en poseerlas.

-Eso es verdad -dijo el principito- ¿y qué haces con ellas?

-Las administro. Las cuento y las recuento una y otra vez. -contestó el hombre de negocios- Es algo difícil, ¡pero yo soy un hombre serio!

El principito no quedó del todo satisfecho.

-Si yo tengo una bufanda, puedo ponérmela al cuello y llevármela. Si soy dueño de una flor, puedo cortarla y llevármela también. ¡Pero tú no puedes llevarte las estrellas!

[...]

-Yo -dijo aún- peseo una flor que riego todos los días. Poseo tres volcanes que dehollino todas las semanas. Pues deshollino también el que está extinguido. No se sabe nunca. Es útil para mis volcanes y es útil para mi flor que yo los posea. Pero tú no eres útil a las estrellas..."

El Principito - Antoine de Saint-Exupéry

viernes, 1 de abril de 2011

Canciones: Ojalá


Ojalá que las hojas no te toquen el cuerpo cuando caigan
para que no las puedas convertir en cristal.
Ojalá que la lluvia deje de ser milagro que baja por tu cuerpo.
Ojalá que la luna pueda salir sin tí.
Ojalá que la tierra no te bese los pasos.

Ojalá se te acabé la mirada constante,
la palabra precisa, la sonrisa perfecta.
Ojalá pase algo que te borre de pronto:
una luz cegadora, un disparo de nieve.
Ojalá por lo menos que me lleve la muerte,
para no verte tanto, para no verte siempre
en todos los segundos, en todas las visiones:
ojalá que no pueda tocarte ni en canciones

Ojalá que la aurora no dé gritos que caigan en mi espalda.
Ojalá que tu nombre se le olvide a esa voz.
Ojalá las paredes no retengan tu ruido de camino cansado.
Ojalá que el deseo se vaya tras de tí,
a tu viejo gobierno de difuntos y flores.

Silvio Rodriguez (1969)

martes, 29 de marzo de 2011

Filosofía Social: Eso es lindo y eso es feo

Esta pregunta surge de mi absolutamente escasa capacidad para la elección de ropa. Una boludez en realidad, pero en el fondo es algo que me provoca mucha curiosidad.

¿Qué es lo que determina que algo sea feo o lindo?

La belleza y la fealdad es objetiva subjetiva; depende del que esté juzgando. Pero hay un común denominador para las masas que me hace cuestionar hasta que punto son subjetivas estas variables.

Escribo estas líneas pensando en un nivel estético, es decir que lo pongo en el contexto del cacho de carne que somos, apuesto a que si pongo en comparación a Zaira Nara vs Zulma Lobato, el 100% de las personas (o 99,9999%) diría que Zulma es FEA y Zaira es LINDA. Creo que de esto no cabe duda en las generalidades.


¿POR QUÉ? ¿Que hay de subjetivo en eso? Por que gustan los ojos claros, "la mirada constante, la palabra precisa, la sonrisa perfecta", las curvas, la suavidad, la prolijidad! Y, en cambio, desagradan las arrugas, la irregularidad, etc?

Si bien esta comparación se realiza bajo el terreno estético, lo que nos determina el agrado o desagrado en cualquier situación, finalmente, es manipulado por el mismo proceso. Nuestras inclinación por ideales, nuestros gustos musicales, nuestras manías, etc.

Creo que cada quién tiene ciertos modelos de belleza y fealdad en la cabeza desde determinado momento de sus vidas. Criados en una sociedad es posible que muchos compartan ciertos esquemas. Si es así... ¿hasta que punto somos realmente libres de elegir lo que "nos gusta" si, en definitiva, terminamos por escoger nuestras preferencias por patrones inculcados?

Para pensar...

domingo, 20 de marzo de 2011

Canciones: Parao!


Hay quien ve la luz al final de su túnel
Y construye un nuevo túnel, pa´ no ver,
Y se queda entre lo oscuro, y se consume,
Lamentando lo que nunca llegó a ser.

Yo no fui el mejor ejemplo y te lo admito,
Fácil es juzgar la noche al otro día;
Pero fui sincero, y éso sí lo grito,
Que yo nunca he hipotecado al alma mía!

Si yo he vivido parao, ay que me entierren parao;
Si pagué el precio que paga el que no vive arrodillao!
La vida me ha restregao, pero jamás me ha planchao.
En la buena y en la mala, voy con los dientes pelaos!
Sonriendo y de pie: siempre parao!

Las desgracias hacen fuerte al sentimiento
Si asimila cada golpe que ha aguantao.
La memoria se convierte en un sustento,
Celebrando cada rio que se ha cruzao.

Me pregunto: ¿cómo puede creerse vivo
el que existe pa´ culpar a los demás?
Que se calle y que se salga del camino,
Y que deje al resto del mundo caminar!

A mí me entierran parao.
Ay, que me entierren parao!
Ahí te dejo mi sonrisa y todo lo que me han quitao.
Lo que perdí no he llorao, si yo he vivido sobrao,

Dando gracias por las cosas
Que en la ruta me he encontrao.
Sumo y resto en carne propia,
De mi conciencia abrazao.

Parao! aunque me haya equivocao,
Aunque me hayan señalao,
Parao! en agua de luna mojao,
Disfrutando la memoria de los rios que he cruzao,

Aunque casi me haya ahogao, sigo parao!

Parao!

Rubén Blades

miércoles, 16 de marzo de 2011

Recortes: Curación

"La gente prefiere luchar contra el dolor, combatiendo el sufrimiento, la depresión y el miedo, pese a las abrumadoras evidencias de que, si estas emociones acaso se resuelven, lo hacen por cuenta propia. El esfuerzo no logra sino demorar el proceso y tornarlo más penoso.
La curación completa depende de nuestra capacidad para dejar de luchar"

Deepak Chopra - Vida sin condiciones

lunes, 14 de marzo de 2011

Canciones: Es



Un, dos, tres. 
Juan cerró los ojos
-"¿y cómo la ves?"
Preguntaba el ciego.
Y por primera vez, 
Juan veía claro lo que no se ve 
y está por todos lados.

Y al abrir los ojos y al volver...

Un, dos, tres. 
Juan cerró la boca y así estuvo un mes,
sin decir palabra.
Y por primera vez,
Juan oía claro en el silencio aquel 
que está por todos lados.

Y al abrir la boca y al volver...

A veces parece que no es y es...

Un, dos, tres, 
Juan está dormido y sueña lo que no es 
cuando anda despierto.
Y por primera vez siente que está vivo
y la razón de ser 
está por todos lados.

Y al salir del sueño y al volver...

Un, dos, tres,
Juan calló su mente descubriéndose 
parte de lo inmenso.
Y por primera vez no se sintió solo
y se dio cuenta que está por todos lados

Y al ser uno mismo y al volver..

A veces parece que no es y es
a veces parece que no es y es...

Un, dos, tres.
Juan vuela en el agua y también al revés 
nada por el cielo.
Y por primera vez Juan se mimetiza
ave, hombre o pez 
y va por todos lados

Y al pisar la tierra y al volver...

Un, dos, tres, 
Juan murió una tarde allá por la vejez 
viejo pero niño.
Y por primera vez 
Juan no tuvo miedo a desaparecer 
y hoy está por todos lados.

Y al andar de nuevo y al volver...

A veces parece que no es y es...

Un, dos, tres, 
Juan no tiene cuerpo, Juan ya no se ve 
nada en el espejo.
Y por primera vez 
Juan parte del aire pero Juan ya no es 
y es parte en todos lados.

Y al cumplir el ciclo y al volver...

Un, dos, tres, 
Juan me habló del tiempo y cuatro, cinco, seis 
pasado futuro.
Y por primera vez 
siete, ocho, nueve
y el presente, diez, 
está por todos lados

Y al cerrar los ojos y al volver
y al salir del sueño y al volver
y al callar la mente y al volver
y al salir del tiempo y al volver...

A veces parece que no es y es...

Cuatro pesos de propina



viernes, 11 de marzo de 2011

Cuentos: Sueño


No estoy seguro si lo soñé pero estaba en el cielo saltando de nube en nube. Vestía mis pantaloncitos de flores y una remera de algodón. Reía, saltaba, tropezaba sobre los enormes copos de memoria que flotaban por allí.

Pisé sin querer, por supuesto, un reloj que me transportó durante un segundo por aquel día soleado que pasamos en el parque de los girasoles. Vos tenías las manos tan blancas que se confundían con las hebras espesas del pasto de seda. Vos tenias la mirada llena de culpa por no permitirte pensar, durante ese día, en la desdicha.

Te digo que no estoy del todo seguro, pero mientras acariciaba tu cuello con un dedo, una cascada de suave polvo de bruma recorría mi centro para posarse finalmente en mi ombligo. Y todo pasó tan rápido que me confunde un poco cuando te lo cuento.

No estoy seguro si lo soñé o no. Lo único que me acuerdo es que en esa ocasión me hallaba caminando por una cuerda formada de estrellas. Caminaba lentamente,  haciendo equilibrio y sin mirar hacia abajo. No temía a la altura, no. Tenía miedo de encontrarnos mirando la galaxia en alguna noche de verano. Tenía miedo de tener que escarbar el recuerdo y hallarte peligrosamente enamorada de mí. Tenía miedo de que me veas observándote desde mi cuerda de estrellas. Tenía miedo que me nombres.

En ese entonces te veías preciosa, me recordabas al mar con la inmensidad y profundidad de tus ojos, con la fortaleza de tu lengua, con aquella suavidad de tus curvas, con la frágil materia de tus manos y con la simpleza de tu alma. Al verme al lado tuyo, me sentía embriagado de tanto despropósito de felicidad.

No estoy seguro si lo soñé pero saltando y saltando de nube en nube rozé con el hombro una microfibra de telaraña que se hallaba transversal desde el cielo hasta la tierra. Nuevamente me transporté, pero esta vez, todo estaba oscuro.

Sólo pude verte arrodillada a lo lejos, con tu luz blanca y cálida brotando de tus poros. Estabas llorando, de eso estoy seguro y eras la única figura solitaria de aquella enorme soledad. Yo me encontraba oscuro y camuflado en las sombras de aquel tiempo, lejos de vos.

Comencé por caminar para ir a tu encuentro. Te odié por no verme, te odié por no escucharme, me odié por no poder refugiar tus lágrimas. Odié todo, pero más que nada, odié a la oscuridad que nos mantuvo alejados y ciegos por mucho tiempo. En los sueños, todo lleva mucho más tiempo.

Era insufrible verte llorar: irremediable. Te veías tan frágil y sola que hice que una luz tenue se asome por mi pecho para mostrarte un camino. Un camino con o sin final feliz, jamás lo sabremos. Lo cierto es que cortaste tu llanto y levantaste tus ojos tristes para el encuentro con los míos, pero justo en el momento de contacto, ambos giramos la cabeza perdiendo en la nada aquella soga que podría habernos librado de los grilletes del miedo.

Casi podría asegurar que fue un sueño, te juro que no lo sé. Lo que me acuerdo es que te encontrabas acurrucada en un cúmulo. Al acercarme a tu lado noté que estabas buscando algo en un pequeño cofre. Repetías una frase. No la recuerdo. Toqué tu hombro para llamar tu atención. Volteaste inmediatamente. Tus ojos eran los mismos pero no pude reconocerlos del todo. Estabas espléndida y radiante. Sonriente y con las mejillas ruborizadas. 

Me brotaron unas ganas descontroladas de besarte, abrazarte, sentirte. Pero en el fondo yo sabía que no era más que por recordar los días en los que eramos dos transeúntes conformistas del mismo triste sendero que recorren los primerizos. 

Y así fue que dejé pasar un poco el tiempo. Recordé un sueño nostálgico donde te soñé abrazándome. Y sólo dejé pasar el tiempo hasta el momento de despedirte con un abrazo como el de aquel sueño que tuve aquella vez. Pero te lo digo en serio, no estoy seguro de si fue real.

Giancarlo Sereni - 11/03/2011

miércoles, 9 de marzo de 2011

Filosofía Social: El Aburrimiento y el Silencio

Estoy aburrido y no sé que hacer. Escribo unas líneas en el blog y, mientras lo hago me pregunto ¿qué puedo hacer?

EPA! ¿Por qué tengo que hacer algo? ¿Por qué simplemente no puedo estar aburrido? ¿Qué hay de desagradable en ese estado de la cabeza? ¿No se puede estar aburrido? ¿Por qué no soportamos el aburrimiento y tenemos que, inmediatamente, hacer algo?

¿Por qué cuesta tanto estar aburridos? ¿Qué pasa por la cabeza cuando se está aburrido? ¿Cuándo es que uno se aburre? y ¿por qué surge una necesidad de hacer algo?

Te digo más! Tenemos otra variable que motoriza al aburrimiento: El Silencio. A veces hay que hablar, hay que hacer, hay que esto y hay que lo otro para no caer en el silencio. Sucede que si estamos en una situación en la que "hay que hablar" es posible que si hablamos, entonces la cagamos.

En muchas ocasiones, hablar por hablar es lo que nos hace creernos algo que no somos. Si tu cuerpo pide silencio, y se fuerza a romper el silencio, entonces te estás forzando por ser algo que no sos. Eso es a lo que apunto.

El silencio es otra de las formas de comunicación inaceptadas socialmente. La pregunta que me surge es ¿por qué no se disfruta del silencio? La respuesta, para mi, es para no caer en el aburrimiento. Pero... tachaaaaaaan!

¿QUE ES EL ABURRIMIENTO? Para quien les escribe, el aburrimiento ES ANSIEDAD. La ANSIEDAD es un estado de inquietud del ánimo.

Cita del diccionario Word Reference.


"ansiedad

  1. f. Estado de agitación o inquietud del ánimo:
    tu llamada le produjo gran ansiedad.
  2. pat. Estado de angustia y temor que acompaña muchas enfermedades y que no permite el sosiego de quien la padece:
    la ansiedad suele ser una secuela de la depresión."


Entonces, la ansiedad es una forma del miedo. Por ende el aburrimiento es otra forma del miedo. Tiene cierto sentido para mi cabeza, pero me gustaría escuchar opiniones.

Debate limpio! ¿Alguna idea al respecto?

jueves, 24 de febrero de 2011

Potencial

"Nuestra vida es la manifestación de lo que sentimos, pensamos, decimos y hacemos. Y esos niveles, a su vez, pueden o no estar conectados con nuestro ser, con quienes somos. 

A menudo manifestamos no desde lo profundo de quienes somos, sino desde la creencia de que somos algo distinto, por lo común una imagen equivocada mucho más limitada que nuestra auténtica esencia. 

Potencialmente somos maravillosos, pero cuando no actuamos nuestro potencial, éste se frustra, queda en la nada de lo que “pudo haber sido”… pero no es. Y, también a menudo, sentimos, pensamos, decimos y obramos en direcciones diferentes. Luego, nos frustramos observando que llegamos a lugares adonde no queríamos llegar, no logramos lo que deseábamos lograr, atraemos lo que temíamos, nos es esquivo lo que perseguimos, reiteramos situaciones, escenarios, relaciones...

Observar lo que manifestamos (nuestra cotidianeidad, nuestras relaciones, nuestros resultados, etc.) es una buena guía para comprobar si estamos satisfechos. 

Cuando no lo estamos, conviene revisar el proceso de creación que estamos llevando a cabo. Pues hay una coherencia entre cómo y por dónde vamos, y adónde llegamos. 

Cuando llegamos a destinos de confusión, de tristeza, de enojo, de incertidumbre, es porque el proceso ha sido coherente con esos estados. Observar de este modo nos permite realizar los ajustes y cambios necesarios para alinearnos, primero con nuestro ser, y luego en los diversos niveles en que expresamos ese ser, para que nuestro punto de llegada, además de acorde a nuestro camino, resulte satisfactorio."

Pablo - Del muro de En el camino

domingo, 20 de febrero de 2011

Society


Oh, it's a mystery to me
We have a greed with which we have agreed
And you think you have to want more than you need
Until you have it all you won't be free.

Society, you're a crazy breed
Hope you're not lonely without me...

When you want more than you have
You think you need...
And when you think more than you want
Your thoughts begin to bleed
I think I need to find a bigger place
Because when you have more than you think
You need more space.

Society, you're a crazy breed
Hope you're not lonely without me...
Society, crazy indeed
Hope you're not lonely without me...

There's those thinking, more-or-less, less is more
But if less is more, how you keeping score?
Means for every point you make, your level drops
Kinda like you're starting from the top
You can't do that...

Society, you're a crazy breed
Hope you're not lonely without me...
Society, crazy indeed
Hope you're not lonely without me...

Society, have mercy on me
Hope you're not angry if I disagree...
Society, crazy indeed
Hope you're not lonely without me...
Es un misterio para mí 
Tenemos una codicia con la que estamos de acuerdo 
Y crees que tienes que tener más de lo que necesitas 
Hasta que lo tengas todo no serás libre. 

Sociedad, eres una loca especie 
Espero que no te sientas sola sin mí… 

Cuando quieres más de lo que tienes 
Crees que necesitas… 
Y cuando piensas más de lo que quieres 
Tus pensamientos empiezan a sangrar 
Creo que necesito encontrar un lugar más grande 
Porque cuando tienes más de lo que crees 
Necesitas más espacio. 

Sociedad, eres una loca especie 
Espero que no te sientas sola sin mí… 
Sociedad, loca efectivamente 
Espero que no te sientas sola sin mí… 

Hay quienes piensan, más o menos, que menos es más 
Pero si menos es más, ¿cómo mantenés tu puntaje? 
Significa que por cada punto que hagas, tu nivel baja 
Como si estuvieras empezando desde arriba 
No puedes hacer eso… 

Sociedad, eres una loca especie 
Espero que no te sientas sola sin mí… 
Sociedad, loca efectivamente 
Espero que no te sientas sola sin mí… 

Sociedad, ten misericordia de mí 
Espero que no estés molesta si no estoy de acuerdo… 
Sociedad, loca efectivamente 
Espero que no te sientas sola sin mí…

Eddie Vedder (Into the Wild sound track)

sábado, 19 de febrero de 2011

No voy a ser yo


El que se quede sin dar el paso
no voy a ser yo.
Quien se canse de tus abrazos
no voy a ser yo.

No voy a ser yo.
No voy a ser yo.

Tengo tiempo y tengo paciencia, y sobre todo
te quiero dentro de mi existencia de cualquier modo.
Y aunque falte tal vez bastante, no voy a ser yo.
El que se canse antes, no voy a ser yo.

No voy a ser yo.
No voy a ser yo.

Hay gente que no debería enamorarse.
Algunos no deberíamos dar el sí.
Yo no veo otra salida.
No quiero pasar la vida
sin que la vida pase a través de mí.

Y aunque me pierda completamente, no voy a ser yo.
Quien se esconda de lo que siente, no voy a ser yo.
No voy a pisar el freno, no voy a ser yo.
El que se ande con más o menos, no voy a ser yo.

No voy a ser yo.
No voy a ser yo.

Hay gente que no debería involucrarse
con cosas que luego no pueden manejar.
Yo no veo otra salida. No quiero pasar la vida
pisando una piedra y volviéndola a pisar.

Si querés un Principe Azulado, no voy a ser yo.
Si querés un 'Bangundangunladu'*, no voy a ser yo.
Y aunque falte tal vez bastante, no voy a ser yo.
El que se canse antes, no voy a ser yo.

Kevin Johansen


Bangundangunladu: Cararrota

domingo, 13 de febrero de 2011

Te morfaste las facturas


Te morfaste las facturas... 

Te morfaste las facturas que quedaban... 
Y dejaste, ademas, hecho apenas un bollo y a la vista
el papel blanco de panadería lleno de miguitas dulces en el tacho de la basura.

El papel,que no tuviste la vergüenza de esconder.
Y nos quedamos ahí, dejándonos golpear por los cachetazos furiosos de la sorpresa,
en el umbral de la calentura.
De esa calentura que ni siquiera se desahoga con las puteadas.

Seguimos buscando, igual, en el horno improbable,
en la heladera imposible, 
en la lunatica fantástica posibilidad de algún cajón de la mesada.
Desesperados por reírnos juntos de haberte culpado asi... mal.
¿Como te ibas a morfar las facturas?

y nada...

El papel gritándonos cada vez mas blanco desde el tacho en la nuca.
Hasta que uno de nosotros, cargó con agua la pava 
y todos nos sentamos a esperar los mates.

Recién entonces
nos convencimos de que habías resultado un garca, un cagador, un ortiva.

Te morfaste las facturas
y ahora sé que los grandes traidores no han muerto.
Viven entre nosotros agazapados, refugiados en las pequeñas ofensas.

Te morfaste las facturas
aunque nos digas que no, aunque nos mientas mil perdones y malos entendidos.
Consciente del acuerdo tácito de guardarlas para la tardecita con el mate

Te morfaste las facturas
y ahora sé que tu amistad,
lo que queda de ella,
vale dos con cincuenta surtidas en la panadería de aca a la vuelta.

Y pensar que todos hicimos fuerza por no atacarlas.
Que a todos nos hubiera gustado comer una más.
Que me manché los dedos con dulce de leche
cuando guardé el último vigilante en el papel blanco de panadería.
Que me chupe los dedos dulces y ásperos
cuando nos despediamos...

La puta que te pario.

Te morfaste las facturas.

La guardia hereje


sábado, 12 de febrero de 2011

Acabo de mirar el reloj


Acabo de mirar el reloj, y sé que con ese simple gesto he destruido el hechizo endeble, la sutil telaraña que estábamos tejiendo entre los dos. Lo supe al volver a mirarte : ya nos vimos desde distancias oceánicas, desde desfiladeros estrechos y distantes. Supe así, como tantas otras veces, que te había vuelto a perder para siempre.

Llegaste temprano, como es tu costumbre, y te sentaste de frente a la puerta, y contra una de las ventanas que dan a la calle, para poder verme llegar sin sobresaltos. Te entretuviste dibujando servilletas de papel y mirando de tanto en tanto para afuera, tratando de decidir qué cara poner cuando me vieras. Cuando me presentiste doblando la esquina, y para no ponerte colorado, te pusiste a contemplar reconcentrado el mantelito de hilo, marcando los cuadrados con el dedo, como si fuese un lápiz. Cuando por fin entré, también hice lo mismo de siempre : fingí buscarte sin hallarte en los rincones más alejados del café (y eso que sé de memoria que siempre te sentás frente a la puerta, contra las ventanas que dan a la calle). Giré como si estuviese por irme, y así logré mi victoria, mi efímera pero imprescindible pero sádica pero dulce victoria: te pusiste de pie, atolondrado, chocaste los muslos contra la mesa y estuviste a punto de derribarla, atajaste como pudiste el florerito con flores artificiales antes de que saliera volando, y por fin me hiciste un gesto como para que te ubicara.

Recién entonces me digné a mirarte. Te sonreí, pero sin los ojos, para que te dieras buena cuenta de que era una sonrisa de esas que se dedican al kiosquero o al cajero del banco. Antes de sentarme, te di un beso en la mejilla, o más bien un golpe de mi mandíbula en tu rostro. Vos solías decirme cuánto te gustaban mis besos en la mejilla. Decías que eran cálidos, llenos, agradables.

Por eso, desde que nos separamos, cuando nos vemos te obsequio ese golpe con el costado de la cara, para que adviertas el desprecio y la repugnancia que me produce el mínimo contacto con tu piel. A veces me arrepiento de ese sadismo, pero supongo que humillarte me calma los nervios del encuentro. Es como un modo de perdonarme a mí misma el haber venido, haber sucumbido a esta inútil reincidencia en nuestro tumulto de emociones viejas. La cosa funciona, porque herido en tu amor propio endurecés la voz y fruncís el gesto, y empezás a hablar con tu tono pausado de abogado rutinario. En ese momento me convenzo, como una nena, de que hice bien, de que nuestra recíproca frialdad nos exonera de la vergüenza de haber venido, de que son ciertas las excusas que acepté para que nos encontrásemos.

Y desde que llamaste (siempre llamás vos, como si supieras que soy incapaz de la valentía de iniciar esto por mi cuenta ) mi vida se ha alterado por completo: cuento los días que me faltan para verte, y al mismo tiempo me doy clases mentales acerca de cómo sustraerme a tu influjo maquiavélico.

Aquel día (como todos los días en los que llamás, esos días marcados con rojo en la penumbra de nuestros desencuentros) me preguntaste por los chicos, por mi trabajo, por un montón de cosas. Hasta te tomaste el trabajo de preguntarme por José y por mamá (hondo sacrificio, por cierto, porque sé que los odiás con toda tu alma ).

Mientras te escuchaba y te contestaba con obviedades adecuadas a lo trivial de tus preguntas, me sentí mala. Yo sé perfectamente para qué llamás cuando llamás, y por eso me invade un desasosiego más propio de los quince que de los treinta y cinco. Pero me regodeo en tu desesperación, que crece a medida que corre el
tiempo sin que yo dé señales de entender tus enigmas. Así te tengo un rato, hasta que tus preguntas titubean y agonizan entre silencios prolongados. Y cuando estás por cortar, recién entonces y justo en ese momento, me vence el terror de perderte y empiezo yo a preguntarte nimiedades. Hasta te hago hablar de Rita (aunque me decepciono cada vez que me respondés que está todo bien, que todo sigue sin problemas, porque siempre anhelo secretamente que me digas que no, que no corre más, que se acabó, que no funcionó ). Y en algún recodo de esa charla de locos, una pregunta al azar, un comentario intrascendente, permitirá el puente justo para el “ claro, eso sería mejor charlarlo con algo de tiempo, ¿no ?”. Y el otro se hará un poco el distraído, al final dirá que buen, que nos podemos encontrar en el café, sí, sin apuro, un día que nos quede cómodo a los dos, exacto, dejame ver cuándo se puede quedar mamá con los chicos, cuándo puedo salir temprano del estudio, ajá, bueno sí, chau, un beso, otro para vos y los chicos, click.

Por eso, porque desde que colgué no hice otro cosa que arrepentirme de haber pactado este encuentro hipócrita, te golpeé la mejilla al encontrarte, y me hice la distraída al entrar al café, y miré la hora cada minuto y medio para darte a entender que estabas poniéndote pesado y que tenía un sinnúmero de cosas que hacer, infinitamente más importantes que estar enfrente tuyo en un bar que iba oscureciéndose con el correr de la tarde.

Y vos me dejaste hacer, sin decir nada. Seguiste jugando con el sobrecito de azúcar, despegándoles lentamente los bordes y vaciando el contenido de a poco en el pocillo vacío.

Hablamos de lo que teníamos que hablar de los chicos, combinamos cuándo vas a quedarte con ellos quince días para que yo me vaya con José a Río de Janeiro, y hasta me recomendaste un par de libros nuevos de derecho comercial imprescindibles para una abogada eficiente. Y entonces, cuando nos quedamos a solas y
repletos de silencio, me miraste como sólo vos sabés hacerlo: con el trépano en llamas de tu mirada sin tiempo, al fondo de mis propios ojos, de mi cabeza, de mis más ocultos pensamientos.

Y yo te vi igual que siempre, iluminado de lado por un sol agonizante, con tu barba entrecana y tu pelo raleado y tus ojos grises y chiquitos. Y fue exactamente en ese instante, ni antes ni después, sino justo cuando el sol se moría con la tarde, que sentí cómo dentro mío se derrumbaba estrepitosamente la puerta que cierra los límites de tu reino. De nada me sirvió mi manual de sadismo para amas de casa, ni mi postura de mujer superada, ni mi estúpida actitud belicosa. En tu reino, ésas cosas son armas perimidas. Y me encontré de pronto recorriendo las mismas sendas ahogadas por los yuyos, y contemplando los mismos paisajes reposados. Volvieron los colores y los aromas, y las canciones y los recuerdos cubiertos por el polvo. Fuimos adentrándonos por los senderos sinuosos y conocidos, reconociendo cada árbol y cada montecito, y cada lápida de nuestro cementerio.

Como por arte de magia, las telarañas del olvido desgajándose y dejándonos uno frente al otro con la simpleza y la plenitud que sólo conservan los amores perennes y fracasados. Se borró el café, el sol agónico, Buenos Aires y el jueves a la tarde. Nos guiamos mutuamente por el laberinto de nuestros recuerdos, para no herirnos en las zarzas de nuestros recíprocos desengaños ; y cuando quisimos acordarnos nos hablábamos con la dulzura y la complicidad que prometimos cien veces no volver a prodigarnos. Las siguientes dos horas estuve en tus dominios, reviviendo aromas y colores de un pasado detenido en el tiempo. El universo se redujo a tu voz y a la mía, acariciándose en el aire tibio del café, ahogándose en risitas contenidas y en silencios nostálgicos. Y entonces fue cuando miré el reloj y vi que eran las nueve y media, y como me pareció imposible me volví a mirar el reloj de la barra. Y como ése también me dijo que nuestro tiempo había vuelto
a morir sin descendencia, fue que entendí que se había roto nuestro hechizo endeble, nuestra sutil telaraña inútil.

Ahora, cuando me tome el subte para volver a mi casa y a mi vida, y cuando camine aterida de frío y de desamparo por Caballito, pensándote a vos haciendo lo mismo por Temperley, voy a arrepentirme de haberte encontrado. Al entrar en casa inventaré apurada una pelea inexistente que desoriente a José y le esplique mi desasosiego. “ Es el mismo sinvergüenza de siempre”, dirá él, para darme a entender que me entiende y me sostiene.

Y yo le diré que sí, casi sollozando, casi largándome a llorar como una nena. Pero no será por fingir, no será por hacerle creer que me lastimaste, sino porque esta noche saberte fuera de mi vida, saber que por meses o por años tu reino va a cerrarse de nuevo a mi visita furtiva, aceptar de nuevo mi vida sin vos en ninguna parte y en ningún momento, se me hará insoportable.

Él no entendería –si al cabo ni siquiera yo lo entiendo - que mi vida sos también vos. Vos en alguna parte, vos escondido, vos a medias sepultado por los rencores y las culpas. Pero vos vivo, custodiando celoso y sereno la estrecha extensión de tu reino, esperándome sin prisa para abrir la pesada verja que lo oculta.

En mis sueños, ese caos se resuelve en la sencillez cristalina de unas pocas frases: te encuentro, nuestros ojos se cruzan en miradas incandescentes, y con la franqueza reposada en verdades demoledoras te digo que no quiero volver a verte, pero que mi vida sin vos no funciona, aunque con vos tampoco funcione. Te pido que no me llames más, pero en seguida me desdigo y te confieso que necesito que lo hagas.

Te increpo por mi dolor, este dolor sordo de vivir despidiéndote, de vivir extrañándote, a sabiendas de que no hay otro modo de vivirte. Y justo cuando vas a responder, cuando en mi sueño sé que vas a contestar que a vos te pasa lo mismo que tu vida no está entera sin esas expediciones elusivas a nuestro campo de batalla, mi sueño se interrumpe entre sollozos e hipos de llanto.

No importa cuántas cosas buenas tenga mi mundo mañana a la mañana. No van a importar ni los chicos, ni José, ni el trabajo, ni mi vida entera, ni mis descubrimientos en terapia. Solamente vas a importar vos y tu distancia, vos y el misterio de tu vida vaya a saber por dónde, vos y el agujero insoslayable de mi alma. Porque mañana, al despertarme y acordarme del paseo de hoy por nuestro osario clandestino de flores marchitas, voy a entender por qué me niego una vez y otra a volver a verte. Porque mañana, con el sol pegándome en la cara, voy a tomar conciencia de que he vuelto a perderte, sin haberte siquiera tenido. Y eso será lo peor de todo, el saberme condenada a perderte siempre que te encuentro.

Después irán pasando los días, y el dolor se irá apaciguando. Mi vida retomará gradualmente su ritmo cotidiano, y volverán de a poco los colores al universo. Cuando vengas a buscar a los chicos el sábado, evitaré mirarte a los ojos, y vos, con buen criterio, vas a irte de inmediato. Hasta es posible que después de unos meses me crea curada de vos, y piense que por fin he de dejar de sufrir por tu causa.

Pero una noche cualquiera, la menos pensada, te vas a colar en mis sueños. Y como el nuestro es un amor de premoniciones, al día siguiente, o al otro a más tardar, tendré noticias tuyas. Vas a llamarme con las excusas de siempre: que los chicos, que una causa por quiebra que agarraste para no perderla pero no tenés ni idea de cómo llevarla, que un cambio en el cronograma de vacaciones. Y yo, con el corazón  alopándome en la garganta, como si tuviera quince y no treinta y cinco, voy a escucharte maravillada, apenas conteniéndome para no gritarte que sí, que cuando quieras, porque no soporto más sin verte. Pero por no arruinar nuestro recíproco teatro, voy a hacerme la dubitativa, voy a descartar un par de fechas de posibles encuentros, y hasta voy a proponerte que lo arreglemos directamente por teléfono. Pero al final, antes de que te de por vencido, voy a decirte que bueno, que de acuerdo, que nos encontremos. Y voy a volver a entrar al bar en el me cites. Y voy a fingir buscarte en los rincones más alejados, a sabiendas de que estarás
a un lado de la puerta, sobre las ventanas que dan a la calle.

Eduardo Sacheri (Te conozco, Medizábal y otros cuentos)