viernes, 22 de octubre de 2010

Pa' que nos brille la buena

Y voy a estar contento ya
Y estoy nomás
Con cualquier pretexto
Con tanto muerto que brilla
Por tanto vivo apagado
Por tanto sorete alcahuete del oscuro
A dar por culo

Y voy a estar contento ya
Y estoy nomás
Por el amigo que esta conmigo
Por el amor que me rodea
Por la tristeza compañera que hoy despido
Pues me quedo contigo

A combatir
A dar por culo
Al oscuro de vivir

Y voy a estar contento ya
Y estoy no más
Aunque la pena cuelgue en mi ventana
me quedo yo contigo
seguro de nada
manso como trigo al viento
manso como nunca supe estar

A combatir
A dar por culo
Al oscuro de vivir

A combatir
A dar por culo
Al oscuro de vivir

Pa que nos brille la buena…

Y voy a estar contento ya
Y estoy nomás.

Cuatro pesos de propina - Juan

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martes, 5 de octubre de 2010

Templanza (Desde el cielo)


Todavía Prakriti está cubriendo la zona de Retiro y bueno... casi todo el Riachuelo. Fue el primer coloso que se pudo ver en Argentina.

Me acuerdo que yo mismo fui la primera persona que lo vio aparecer. Iba caminando por Alem cuando de repente una nube oscura bajó del cielo formando una columna que abarcaba mucho más de lo que mi vista podia ver. Yo miraba la altura de las torres inmensas de retiro, me acuerdo, cuando de aquella nube salió aquel lagarto gigante. El edificio más alto le llegaba solo a la mitad de su pata delantera.

Se escuchó un griterío impresionante. La gente corría de acá para allá. Gritaba a más no poder y yo, paralizado miraba, en lo más alto del cielo, como el coloso bajaba lentamente la cabeza para observar a los microscópicos humanos.

No había nada que hacer más que lanzar la moneda y esperar que la suerte no se ría de todos los fugitivos. Yo, por suerte, tenía la moto a una cuadra. Luego de salir del shock, me uní a la muchedumbre. Esquivando autos y colectivos llegue a Lavalle y dispare para casa.

La calle era un quilombo. Autos que van, autos que vienen. Choques, gritos. Desesperación.

Pero llegue a casa y le conté a mi viejo que estaba mirando el partido de Federer contra Del Potro. Le grito lo primero que me sale y lo obligo a subir a la terraza de casa para ver.

Mi casa no está muy cerca de donde apareció Prakriti, pero no obstante, se veía perfectamente. Con Prakriti en Buenos Aires el horizonte era invisible.

Los días pasaron y el coloso no se movió de su sitio. Mantenía la mitad del cuerpo dentro del río y con la otra, que llegaba hasta el cielo, miraba todo el movimiento de la ciudad.

Durante semanas se suspendió toda actividad laboral. La gente se quedaba resguardada dentro de su casa. Todo era inútil. Nos enteramos con el tiempo que, si viajabas lo suficientemente lejos como para perder de vista al coloso y luego girabas la cabeza para seguir camino, podías ver, a lo lejos, la figura de otro coloso.

Los noticieros afirmaban que eran aproximadamente unos pocos miles de colosos distribuidos por todo el mundo y, así como aparecieron, solo miraban callados y quietos en sus sitios. Nos pareció raro, a mí y a mi familia, escuchar en los noticieros que las grandes potencias del mundo no dispararon un solo Tomahawk contra aquellos monstruos.

Seis meses pasaron y Prakriti miraba y miraba. Durante esos seis largos meses casi no había movimiento por las calles. De vez en cuando se veían pasar autos cargados de comida para, nuevamente, volver a sus refugios, evitando así, la pasiva mirada del coloso.

El país se encontraba literalmente parado. Todos tenían miedo.

Pero no todo fue tan malo... Esos seis meses nos sirvieron para reforzar los vínculos que teníamos con todos nuestros seres queridos. Hablábamos varias veces al día con amigos y familiares para ver como andaban, que novedades tenían, como se sentían bajo la mirada atenta de Prakriti. Eso estuvo lindo.

Las cosas se volvieron más feas cuando el gobierno decidió considerar a los colosos como dioses protectores por lo cual no había de que preocuparse.

Al octavo mes, con un poco de miedo, la gente comenzó su actividad laboral. Como era de esperarse Prakriti se quedó mansito mansito en su posición. Yo, como de costumbre, iba a trabajar por Retiro (el lugar donde se encontraban las patas del coloso) y, si en su momento me sorprendía la altura de las torres que había por allí, ahora casi ni les prestaba atención.

Todos en el trabajo hablaban de sus ocho meses de miedo dentro de sus respectivos refugios. "Boludo! Estaba a 15 km y lo veía como si lo tuviese en frente!", "Mi abuelo se hizo en los pantalones cuando lo vio la primera vez", "Que aventura que era conseguir la comida!". Yo, por mi parte, asentía con la cabeza y contaba alguna que otra pavada para no desencajar en el grupo. En el fondo estaba triste... no sé.

A cada salida del trabajo me paraba en frente de Prakriti y lo miraba a los ojos. Por alguna razón siempre sentía que me miraba. El lagarto era realmente horrible pero su mirada era cálida y llena de algo que podría describirlo como... templanza. Y yo... no sentía realmente temor al tener un coloso a mis pies, o mejor dicho, a sus patas. Veía a través de esos ojos tristes y entendía que él no estaba ahí por casualidad.

A veces sentía lástima por Prakriti. Cuando, luego de 10 años, el miedo a los colosos se esfumó por completo, las pandillas ya no se preocupaban por si pintarrajear grafitis en las garras del lagarto podía ocasionar un ataque de ira del mismo. La costumbre, muchas veces, provoca sobre los seres humanos un descuido nefasto que hace que hasta a las criaturas de treinta mil metros de altura les perdamos el respeto.

Luego, con el tiempo, aquella lástima que sentía no era hacia el coloso, sino hacia las mismas personas. Prakriti sentía lástima por nosotros y eso es lo que veía en sus ojos.

Nadie sabe a qué vinieron aquellos colosos. A mis 78 años me lo sigo preguntando...

Hoy, cuando me desperté, miré por la terraza de casa. Aquella casa llena de recuerdos de mi infancia. Aquella casa que, con su terraza, me regaló tardes de mates, guitarreadas, amores furtivos y miradas cálidas e iluminadas por el sol de la tarde. Aquella terraza, sobre la que prometí a Prakriti, que iba a amar como cuando él apareció.

Hoy, cuando me desperté, miré por la terraza de casa. Prakriti ya no estaba allí. Nadie lo notó.

Giancarlo Sereni - 05/10/2010