miércoles, 20 de enero de 2010

Amapola


Abre las hojas del viento mi vida
ponle una montura al rió
cabalga y si te da frío te arropas
con la piel de las estrellas
de almohada la luna llena mi vida
y de sueño el amor mió

y una amapola me lo dijo ayer
que te voy a ver
que te voy a ver
y un arcoiris me pinto la piel
para amanecer contigo

Cierra la noche y el día mi vida
para que todo sea nuestro
y una gran fuga de besos
se pose sobre tu boca
y que el trinar de las rosas mi vida
te digan cuanto te quiero

y una amapola me lo dijo ayer
que te voy a ver
que te voy a ver
y un arcoiris me pinto la piel
para amanecer contigo

y una amapola me lo dijo ayer
que te voy a ver
que te voy a ver
y un arcoiris me pinto la piel
para amanecer contigo….

Juan Luis Guerra

domingo, 10 de enero de 2010

Óleo de una mujer con sombrero


Una mujer se ha perdido
conocer el delirio y el polvo,
se ha perdido esta bella locura,
su breve cintura
debajo de mí.
Se ha perdido mi forma de amar,
se ha perdido mi huella en su mar.

Veo una luz que vacila
y promete dejarnos a oscuras.
Veo un perro ladrando a la luna
con otra figura
que recuerda a mí.
Veo más: veo que no me halló.
Veo más: veo que se perdió.

La cobardía es asunto
de los hombres, no de los amantes.
Los amores cobardes no llegan a amores
ni a historias,
se quedan allí.
Ni el recuerdo los puede salvar,
ni el mejor orador conjugar.

Una mujer innombrable
huye como una gaviota
y yo rápido seco mis botas,
blasfemo una nota
y apago el reloj.
Que me tenga cuidado el amor,
que le puedo cantar su canción.

Una mujer con sombrero,
como un cuadro del viejo Chagall,
corrompiéndose al centro del miedo
y yo, que no soy bueno,
me puse a llorar.
Pero entonces lloraba por mí,
y ahora lloro por verla morir.

Silvio Rodriguez - (1970)



viernes, 8 de enero de 2010

Ciclo

Cuando me desperté estaba rodeado de caras que aún seguían tristes. Me acomodé un poco sobre la cama y respiré hondo para comprobar que aún vivía. Que raras somos las personas a veces. Respiramos para comprobar que estamos vivos. Ja! Como si supiéramos lo que nos espera en el más allá.
Me reincorporé, le puse una mano en el hombro a mi má y le dí un beso en la cabeza.

- Tranqui má, unos mates te van a levantar un poco el ánimo. Te los hago como te gustan. Así, con un poquito de cáscara de naranja y 2 gotitas de chuquer.

Entonces fui a la cocina y puse la pava sobre el fuego. Mientras el agua adquiría temperatura me encargué de quitar un pequeño gajito de naranja. ¡Como le gusta el mate con naranja a la vieja! 

Me acuerdo que el año pasado, cuando al viejo le agarró varicela, tuvo que cuidarlo por un mes entero. Su único cable a tierra fueron mis guitarreadas en el jardín acompañadas con unos buenos verdes con cascara de naranja. En esos momentos la vieja, si estaba con ánimos, se tiraba en el pasto con los ojos cerrados. ¡Que cara más dulce má!

¿Te acordás el ante año? ¿Cuando nos fuimos con el viejo a córdoba a visitar a la tía? ¡Que viajecito! Se nos quedó el auto llegando a Calera y tuvimos que esperar 4 horas a los sinvergüenzas de la grúa. ¡Un bajón!
Lejos de eso, la pasamos muy bien tirándonos unos chapuzones en el río. Que gracioso era verlo al viejo haciendo la plancha!


Cuando tenía 10 años, mi mamá se enojó mucho conmigo el día que le cambié las pastillas al abuelo por confites súper ácidos. Si bien fue muy gracioso verle la cara toda chupada a ese viejo cascarrabias el pobre calló muy enfermo a la semana siguiente. A veces mamá me lo recuerda cuando, con la vista ida, recuerda al abuelo.


Sin embargo, dos años antes del cambio de pastillas, el abuelo era un tipo diferente. No protestaba tanto y jugaba más conmigo. Me parece que cambió su actitud cuando se enteró que tenía que ir más seguido al hospital. ¿Y quién no lo entendería? Yo prefiero comer el pescado que hace mi hermana a tener que ir cada dos días al hospital.


- A ver a ver... ¿Cuantos años tiene ese nene?
- ¡Azí! - dije levantando tres dedos.
Grave error, no aprendía de mis errores. La tía Nora me levantaba y me apretujaba contra sus pechos de goma espuma. Luego seguían mis cachetes y, finalmente, las marcas de pintalábios azul.


Qué cálida está tu panzita má. Acá se siente muy bien. Pero, ¿vos estás bien?. ¿Estás preocupada por algo? ¿Por qué le estás dando al mate con naranjas? No aguanto más este lugar, quiero salir a conocerte.


Giancarlo Sereni - 08/01/2010

martes, 5 de enero de 2010

Colapso

- ¡Pero si sólo dije que tu pelo estaba un poco… alborotado! ¡No podés ponerte así!

Pero no escuchó. De un portazo se fue de casa. Atravesó la avenida. Llegó a la plaza. Se sentó y esperó. La sal recorrió su cara y, luego de 30 minutos exactamente, se fue hacia el subte. Salió de él y, acto seguido, caminaba por la vereda. El sol aún goteaba suaves copos de calor.

Estaba decidida. Tomó la golden con firmeza y atravesó el salón de belleza.

- Quiero algo nuevo. Diferente. Improvise, pero quíteme este desastre.

Sólo 25 minutos después el cielo espió sus ojos verdes. El pobre innato casi parecía sonrojarse. Su nuevo look la hizo sentir rara. No sabía si le gustaba, pero sabía que estaba distinta y, por ahora, eso estuvo bien.

Hermosa y soberbia caminó una, dos y tres cuadras. Altiva contemplaba a sus rivales. Inferiores por supuesto. Acabadas y vulnerables, no como ella, casi las veía arrodillarse cuando las penetraba con su mirada.

No obstante, su irritación brotaba. Nada saciaba su sed de gloria. Quería ser la única. Quería más, necesitaba más. Pisotear las sobras de la belleza mundana. Giró sobre sus talones y contempló una vidriera. Nuevamente, con la golden en mano, atravesó las murallas de vidrio. Se ausentó en un probador y al salir nuevamente a la vereda, lo hizo sin las bolsas de sus compras.

Su nuevo mini vestido negro (por demás corto), suave e impenetrable, cautivaba las miradas, exageradamente excitadas, de los hombres y la envidia, sin lugar a dudas, de las mujeres. Eso era lo que necesitaba. Miraba a todos de reojo, ahora buscaba desplazarse entre esas masas de carne con total naturalidad, como si su cuerpo fuera la piel más fina del viento.

Sus leves contoneos marcaban dos segundos exactamente. Todos a su alrededor estaban sincronizados con su ritmo. En tic tac hipnótico.
Tuvo el impulso de reírse de todos, pero eso delataría su sencilla y forzada naturalidad. Así que, sin más, continuó caminando. Sentía que la miraban, sentía ser la dueña de sus sueños. La vanidad la deseaba.

Fue entonces que, cuando se acostumbró al rol de diosa, comenzó a temblar. Puso sus manos sobre su cara y cayó al suelo. Rendida, lloró para purgar su alma y todo se desvaneció. Su ropa, su cabello, su perfume. Nuevamente en aquella plaza. Sola, sentía el pecho compactado. Como si su alma hiciera un terrible esfuerzo por deslizarse por un embudo.

Unos brazos rodearon suavemente su cuello y sintió el peso de alguien posándose sobre su espalda. Abrió rápidamente sus verdes ojos. Durante un minuto contuvo la respiración hasta que, lentamente, soltó un suspiro cargado de espesas penas. Volvió a cerrar los ojos, esta vez suavemente, como entregándose a la nada. Se aferró a uno de los brazos y sonrió.

Giancarlo Sereni – 14/11/2009

La Cáscara Máscara



Las cosas que no hiciste
porque te parece que no le gusto.
Las cosas que no le dijiste
porque te parece que no te escucho.
Las cosas que no hiciste

por miedo al "que dirán".
Las cosas que no le dijiste

porque no hay palabras que puedan hablar.


Y la cáscara mascara, tapa la cara
que ríe, que llora y que te mintió.
Y la chica que pasa, te deja su olor
en el pecho caliente, como una flor.



Y llegas a tu casa y tu chica te dice:
"Por que no viniste a la noche, que hiciste?"
Y te vas a la esquina y
 la dejas hablando.
Y te vas a la esquina a tomar un helado.
Mientras el sol quema y la brisa despeina,
miras para el piso y te quedas pensando...


En las cosas que no hiciste
porque te parece que no le gusto.
Las cosas que no le dijiste
porque te parece que no te escucho.
Las cosas que no hiciste
por miedo al "que dirán".
Las cosas que no le dijiste
porque no hay palabras que puedan hablar.


Y la cáscara mascara, tapa la cara
que ríe, que llora y que te mintió.
Y la chica que pasa, te deja su olor
en el pecho caliente, como una flor.



Y la cáscara mascara, tapa la cara
que ríe y que llora, y que te mintió.
Y la chica que pasa, te deja su olor
en el pecho caliente, como una flor.



Y miras a tu esposa y le decís que no,
que no puede seguir esta situación.
Que no sos un otario que no sabe hablar
que te tratan de gil pero vos vales mas.


Y te vas a las esquina a buscar el amor
de esa chica tan linda que dejo su olor.
En el medio del pecho te creció una flor
y la lluvia la moja y le da calor
El sol que la mira doblando la esquina
y el viento le dice cositas de amor.



Y la cáscara mascara, tapa la cara
que ríe y que llora, y que te mintió.
Y la chica que pasa, te deja su olor
en el pecho caliente, como una flor.


Y te vas a las esquina a buscar el amor
de esa chica tan linda que dejo su olor.
En el medio del pecho te creció una flor
y la lluvia la moja y le da calor.
El sol que la mira doblando la esquina
y el viento le dice cositas de amor.



Árbol - Chapusongs